Sunday, September 10, 2006

LEXICOGRAFÍA E IDENTIDAD: EL IMPERATIVO DE FOMENTAR VOCABLOS EN TORNO A CULTURA



Yeni Castro Peña*

“No se puede hablar en cualquier época
de cualquier cosa; no es fácil decir algo
nuevo”. Michel Foucault, La arqueología
del saber, 1997.


Las nuevas corrientes culturalistas que provienen del coloso del norte, como parte de todo un movimiento llamado el “New Culturalism”, han producido un vocabulario en torno a la palabra cultura. Si bien, nuestro léxico se ve enriquecido, habría que reflexionar sobre la necesidad de crear nuevos vocablos que describan realidades no solo desde el aspecto político e ideológico, sino también desde el económico, social, ambiental. Es decir, existe un imperativo latente por crear una lexicografía que describa realidades, las cuales identifique al hombre con su espacio nacional- local: “…En lugar de “repensar” el espacio nacional en un sentido literal, las filiaciones regionales y locales crean una relación discursiva de ligeros matices con lo nacional, mediante la cual se pueden expresar ideas acerca de la naturaleza exacta del ser nacional y “local”. (Radcliffe y Westwood, 1999, p. 167).
Siendo el lenguaje, el vehículo a través del cual entablamos relaciones humanas y sociales, la importancia de los vocablos es fundamental sobre todo frente a la existencia de un Imperialismo lingüístico, titulo del libro de Phillipson publicado el año de 1992. Este estudioso advierte la dominación lingüística que ejerce el centro sobre la periferia, es más existe una preparación de la elite local perteneciente a los países periféricos, por parte del Imperio, este se encarga de educar y concienciar a dicha elite no solamente con la imposición de modelos sino también con una lexicografía adecuada a sus intereses. (Phillipson, 1992)
El asunto no es tan sencillo como pudiese parecer. De un lado, la elite local va a hacer uso y tergiversación del léxico planteado por el Imperio en su aspecto político e ideológico. Y, del otro, existe un grupo de estudiantes que no pertenecen a la elite local pero si migran hacia el Imperio con la finalidad de complementar y mejorar su nivel académico, los cuales al regreso a su país de origen van a convertirse en defensores de este léxico o bien arduos críticos del mismo.
Generalmente, el academicismo teórico vence a la praxis y a las necesidades del sistema del cual son originarios. Si bien es difícil encontrar algunos que tengan interés por acuñar nuevos vocablos en torno a la palabra cultura y que respondan a la realidad socio-económica y a la necesidad identitaria del país en que viven; sin embargo, existe un interés por parte de un grupo de académicos que han acogido esta nueva corriente del Imperio y que a manera de contra imagen del academicismo estadounidense van a plantear la necesidad de acuñar nuevos términos que reflejen no solamente una corriente culturalista, de la cual van a ser partidarios, sino más bien un culturalismo identitario que haga explícito la. necesidad de resolver los problemas de su país y, no sólo quedarse en la mera reflexión de los mismos sino más bien plantear alternativas de desarrollo y con ello acuñar una lexicografía que no quede en el limbo de lo ideológico y político, sino que esté de acuerdo a la realidad socio-económica del país que conjugue la palabra con la razón y con la acción, único modo de reforzar identidades en el mundo globalizado en el cual vivimos donde: “…Las cosas, las personas y las ideas se mueven en múltiples direcciones, se desarraigan, se tornan volátiles o simplemente se desterritorializan”. (Ianni, 2004, p. 185).
Pero antes de plantear ciertos vocablos culturalistas, es necesario preguntarnos ¿cuál es el concepto de cultura que estamos manejando?. Es indispensable comprender, como diría Foucault que: "...El nombre es un elemento lingüístico que puede ocupar diferentes lugares en los conjuntos gramaticales: su sentido está definido por sus reglas de utilización..." (Foucault, 1997, p. 148).
La línea culturalista estadounidense actual, puede decirse que toma muy en cuenta la opinión de: Edward Said, Akira Iriye y Gilbert Joseph para mencionar solo algunos. En tanto, para Edward Said: “...la cultura es una especie de escenario donde se comprometen íntimamente tanto motivos políticos como ideológicos".(Said, 1994, p. XIII)
Akira Iriye va a agregar un nuevo aspecto al entendimiento de cultura: "...es difícil separar tanto ideas políticas y económicas como las instituciones y [otra clase de] políticas de los fenómenos culturales".(Iriye, 1997, p. 25.)
Mas va a ser Gilbert Joseph, un historiador de las relaciones Estados Unidos – América Latina de la Universidad de Yale, quien va a darnos un concepto más completo de cultura, afirma:
podríamos definir la cultura como los símbolos y significados incorporados a las prácticas cotidianas de los grupos de elite y subalternos (o extranjeros y locales). Con la salvedad de que esa definición no pretende especificar con rigidez cuáles son los contenidos de esos símbolos y significado. Antes bien, nuestra definición subrayaría su naturaleza de proceso e insistiría en que tanto las nociones elitistas y extranjeras como las populares y locales se reconfiguran constantemente....la cultura –popular o de elite, local o extranjera – nunca representa nunca una esfera autónoma, auténtica y delimitada. Al contrario, las culturas populares y elitistas (locales y extranjeras) se producen en relación recíproca a través de una dialéctica de confrontación que tiene lugar en contextos de desigualdad de poder y entraña préstamos, expropiaciones y transformaciones mutuas. (Joseph, 2005, p. 98).
Como conclusión, de las aseveraciones de nuestros culturalistas, podemos afirmar que la cultura es un conjunto de ideas y prácticas compartidas por muchos individuos, pero sostenida por un grupo de ellos que son los encargados de convertirla en ideología para su divulgación, conformando así un fenómeno público. (Castro, 2005, p. 5). De este modo, quienes sostendrían tanto ideas como prácticas ya sea políticas, sociales o económicas serían este grupo de académicos a quienes les interesa acuñar nuevos términos acorde a la realidad de su país, pero mas allá de ello les interesa divulgar dichos términos hacia los sectores populares para que estos tomen conciencia de sus posibilidades de desarrollo.
En otras palabras, la lexicografía actual está abarcando realidades políticas, militares y también sociales pero de manera tangencial. La pregunta que nos formulamos es ¿qué términos utilizar para identificar una realidad local y nacional al mismo tiempo, en los países en vías de desarrollo?.
El Perú es un país de múltiples regiones y de diversidades, donde sus actividades económicas y productivas y sus relaciones sociales de producción están vinculadas directamente con su ubicación geográfica, ya sea en la costa, sierra o selva.
Es imperativo esbozar vocablos para las actividades económicas y productivas de acuerdo a la cultura de cada país, de su realidad local y nacional, palabras que compatibilicen el aspecto económico, social, educativo, medio ambiental, etc,. No se debe olvidar que la lengua es el medio de construcción de enunciados posibles con fines descriptivos de la realidad. (Foucault, 1997, p. 142).
El lenguaje identifica la cosa con la realidad, es decir conjuga la teoría con la praxis, he ahí la importancia de fomentar una lexicografía que compatibilicen el aspecto económico, social y educativo, he ahí la importancia de acuñarlos para la praxis. Es imperativo esbozar vocablos para las actividades económicas y productivas de acuerdo a la cultura de cada país, en Perú, bien se puede acuñar el vocablo “cultura de pesca”, entendiendo dicha frase como aquella política que promovería en la población una pesca responsable, que obedezca un ordenamiento para así no abusar de la cantidad de recursos extraídos, es más se trataría de difundir esta actividad que por mucho tiempo ha sido considerada como extractiva, como una actividad productiva y sostenible.
Esta cultura intentaría promover y difundir la acuicultura como alternativa pesquera para que de esta manera no se extingan los bancos naturales de fauna marítima debido a la pesca indiscriminada que se practica so riesgo de extinción de las mencionadas especies. Como consecuencia, de la promoción de una “cultura de pesca”, se obtendría que la población costera tome conciencia y se involucre de manera activa, con el fin de realizar actividades complementarias, es decir combinar la acuicultura, la exploración de recursos marinos y de nuevas técnicas de explotación de los mismos, para usar los recursos locales más eficientemente, de tal modo que se logre aumentar la producción y los ingresos; sin dejar por ello, de aprovechar las bondades de la zona y lograr convertirla en un centro turístico en aras del beneficio de la población local y la mejora de su estándar de vida. Es decir, mediante un enunciado se lograría la identificación de la población con su entorno local y con el nacional.
De manera análoga, podemos sugerir el planteamiento de una “cultura agraria”, en un país como el Perú, muchas de las tierras son destinadas a la agricultura, y es imperiosa la necesidad de complementar los conocimientos ancestrales con la tecnología actual para así optimizar la producción y promover nuestra biodiversidad. El fomento de esta cultura no solo nos ayudaría a comprender mejor el mundo agrario sino que convertiría al campesino y agricultor en sujeto activo de su desarrollo dentro del rol que tiene en la sociedad.
Sin embargo, es necesario esbozar vocablos no solo de índole económica sino que debemos pasar de la infraestructura a la superestructura y plantear términos como una “cultura ecológica” o una “cultura de la prevención”. Si nos referimos al primer término, debemos hacer la acotación que no es novedad, escuchar hablar de una cultura ecológica, como afirma un periodista español, Joaquín Fernández debido a que el ideario conservacionista no es reciente sino más bien data de siglos atrás, y sobre la degradación de la naturaleza asevera que existen abundantes testimonios y expresiones literarias que se remontan al siglo XVI. Sin embargo, el impacto ambiental y socioeconómico en una sociedad globalizada cobra mayor relevancia, el uso de determinadas artes de pesca, que se manifestaron hacia el siglo XVII, y que afectaban al medio ambiente, siguen manifestándose, solo se cambio la manera de dañar el medio, actualmente se realiza mediante el uso de dinamita; pero el asunto de fondo es el mismo: el daño que se causa a la biodiversidad y la dificultad de hacer comprender a la sociedad civil que dañando su medio se daña a sí misma. (Fernández, 1999).
El término “cultura ecológica”, alude al conjunto de políticas educativas destinadas a concienciar y sensibilizar a la población sobre el cuidado de su medio ambiente en los diversos espacios de su país. Es decir, establecer un vínculo entre Estado y sociedad civil que comprometa a ambos en el cuidado del medio ambiente, evitar la deforestación y del abuso de la biodiversidad.
En tanto, la frase “cultura de prevención”, alude al conjunto de actividades que tienen como finalidad constituir un núcleo base de trabajo que promueva la participación comunitaria en caso de desastres, debido a la ubicación geográfica a lo cual estamos expuestos por la naturaleza debido a los fenómenos sísmicos y en el caso peruano, a la ubicación geológica entre la placa de Nazca y la placa continental de América del Sur. A lo cual se le agregan, fenómenos locales de índole metereológica y el fenómeno El Niño (ENOS), en las costas.
Esta cultura implica conocer la vulnerabilidad de la zona y el riesgo al cual se encuentra expuesta. Y, constituye el trabajo transdisciplinario que existe entre diversas entidades como los científicos de centros como el IGP (Instituto Geofísico del Perú), Defensa Civil, las Organizaciones No Gubernamentales, Defensa Civil, los Municipios, en sí la sociedad civil comprometida.
La creación de una lexicografía adecuada a cada sociedad, nos convertirá en sujetos activos y no objetos de aquello que Benedict Anderson llama “una comunidad políticamente imaginada como inherentemente limitada y soberana” (Anderson, 1993, p. 23 ). Es decir, el lenguaje puede ayudarnos a asumir “la interrelación entre la fatalidad, la tecnología y el capitalismo” (Anderson, 1993, p. 71 ).
No se trata de promover lenguajes particulares y su asociación con unidades territoriales particulares, sino más bien fomentar la creación de una lexicografía que no solo sea capaz de aglutinar aspectos económicos, sociales, medio ambientales sino también incluso políticos, es decir de sembrar la base para una verdadera “cultura política”, entendiendo “polis” en el más amplio sentido de la palabra, lo cual implica un compromiso común intergeneracional y transgeneracional.
A modo de reflexión, nos preguntamos ¿el Imperio ha planteado términos como los propuestos o bien han sido anteriormente usados en América Latina?. La respuesta a nuestra interrogante es negativa, dichas frases las hemos acuñado considerándolas necesarias no solo para comprender nuestra realidad sino para intentar presentar soluciones a partir de la formulación de un vocabulario que tenga como finalidad la realización de políticas económicas, sociales y educativas que busquen un desarrollo homogéneo, con miras a la superación y a la solución de los problemas que afrontamos.
No podemos dejar de reconocer que el Perú y muchos países en América Latina son países en vías de desarrollo, a pesar de estar insertos en un mundo globalizado, aún son la periferia. El Imperio manda y nosotros debemos obedecer, lo cual es evidente en muchas políticas y en muchos gobernantes en América Latina que han olvidado la razón para dejar paso a la desazón en muchas de las prioridades de sus gobernados. El panorama poco alentador, no debe impedir que una parte de la sociedad civil siga trabajando acuñando términos para llevarlos a la praxis y pueda fortalecer ese sentido de identidad nacional que se está perdiendo por la incapacidad de relacionar lo local, con lo transnacional e la identidad, que pueden parecer contradicciones de la globalización más no son excluyentes.

BIBLIOGRAFIA

Anderson, Benedict (1993). Comunidades Imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo. México: Fondo de Cultura Económica.

Castro, Yeni. (2005). Ideología, Cultura y Política Exterior Estadounidense hacia América Latina. Un estudio en torno a los mitos y estereotipos durante el gobierno de Theodore Roosevelt (1901 -1909). Tesis de Maestría a publicarse el 2006, Universidad Andina Simón Bolívar, Quito, Ecuador.

Fernández, Joaquín. (1999). El ecologismo español. La aparición de una nueva conciencia. Madrid, Alianza Editorial.

Foucault, Michelle. (1997). La arqueología del saber. Barcelona: Ariel.

Ianni, Octavio. (2004). “Las ciencias sociales en la época de la globalización”. En: Pajuelo, Ramón y Sandoval, Pablo (Comp.). Globalización y diversidad cultural. Una mirada desde América Latina. (pp. 185 – 199). Lima: Instituto de Estudios Peruanos.

Iriye, Akira. (1997). Cultural Internationalism and World Order. Baltimore: John Hopkins University Press.

Joseph, Gilbert M. (2005). "Encuentros Cercanos. Hacia una nueva historia cultural de las relaciones entre Estados Unidos y América Latina”. En: Salvatore, Ricardo (Comp.). Culturas Imperiales. Experiencia y representación en América, Asia y Africa. (pp. 91 -120). Rosario: Beatriz Viterbo Ed.

Phillipson R. (1992). Linguistic Imperialism. Oxford: Oxford University Press.
Radcliffe, Sarah y Westwood, Sallie. (1999). Rehaciendo la Nación. Lugar, identidad y política en América Latina, Quito, Abya – Yala.




* Yeni Castro Peña. Estudió Historia en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Es Master en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Andina Simón Bolívar (Ecuador). Es miembro del Instituto Panamericano de Geografía e Historia, sede Perú. Actualmente se desempeña como docente e investigadora.

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