Friday, September 30, 2011

LO QUE AUN CALLAMOS LAS MUJERES





















Mag. Yeni Castro Peña.


La frase “Lo que callamos las mujeres” evoca una popular serie mejicana donde algunas damas ocupan sus horas de ocio; sin embargo, cuántas de nosotras hemos hecho una reflexión en torno a nuestras vidas y sobre aquello que callamos, que en algún momento hemos temido y nos ha avergonzado o atemorizado.
La sociedad latina acostumbra a usar el ya conocido refrán “Dios perdona el pecado pero no el escándalo”, lo cual hace que muchas mujeres que han sido mancilladas y son maltratadas y abusadas, se vean obligadas a callar, debido a que la información que la sociedad difunde obliga a que los sectores más acomodados cuiden a manera de centinelas sus vidas privadas(1) . Pero, en un país que es el estandarte de la equidad con el actual gobierno, ¿cuál es o ha sido la posición de las autoridades?, ¿Acaso se comportan de manera igual ofreciendo ayuda legal a la mujer que no tiene ningún recurso y también a aquella que, al parecer, lo tiene pero no puede disponer del mismo por presión familiar pero desea presentar su queja de maltrato?.
En el Perú, por la experiencia tenida con las organizaciones feministas(2) , éstas solo pueden ayudar a aquellas mujeres iletradas, las otras de la manera que sea deben conseguir un abogado para defenderse, lo cual las ubica en una posición vulnerable frente a sus agresores afectando así no solamente su salud sexual sino su salud mental. Esto último nos conduce a meditar un poco en torno a los suicidios de mujeres y a los homicidios de varones llevados a cabo por sus parejas, quienes al no tener manera de escapar de sus agresores solo pudieron escoger la senda del asesinato; así como cuán funcionales y poco politizadas deben ser las organizaciones femeninas para defender a cualquier mujer.
En realidad este asunto, en el caso peruano y en el latinoamericano se complejiza, debido al machismo aún existente en nuestras sociedades. La violencia es ejercida mayormente por parte del varón que seguro de no ser acusado realiza toda clase de desafueros debido a que su víctima no solamente es mujer sino también madre. Frente a tal situación, muchas féminas han optado por el “mutatis mutandis”, debido a la carga familiar que poseen y es en ese instante donde se convierten en objeto del chantaje masculino ¿si no haces lo que te digo, no te doy para nuestro hijo?, muchas por temor social, otras por desconocimiento callan y siguen viviendo en el infierno de ser obligadas sexualmente, manchadas en su dignidad porque no solamente son mujeres son sobretodo madres.
Aquella mujer maltratada físicamente a través de golpes; psicológicamente, cuando el varón obliga a que ella no labore, la intimida, se burla, la amenaza con quitarle a sus hijos; o, sexualmente, cuando el macho haciendo uso de su poder la fuerza a que ella tenga una relación sexual sin ella desearlo, o cuando la obliga a no usar métodos anticonceptivos, la mujer calla y asiente, pero las heridas van quedando en su alma (3). Lo preocupante del asunto, es que ella no puede ser modelo para sus hijos, quienes vivirán en ese ambiente de violencia y con el tiempo optarán por conductas agresivas. No solo se trata de tener un Ministerio de la Mujer en nuestros países sino plantearnos la interrogante: ¿Y que estamos haciendo nosotras mujeres por nuestro gènero?.
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1.Efraìn Gonzàles Olarte y Pilar Gavilano Llosa, “Pobreza y Violencia domèstica contra la mujer en Lima metropolitana”, Documento de trabajo Nº 94, Lima, IEP, p. 4. Puede encontrarse también vía electrónica en: http: //www.iep.org.pe/Textos.
2.“Flora Tristán” y “Manuela Ramos”, cuentan con asesoría legal, pueden brindar un consejo pero si se necesita que se siga un proceso contra un abusador de mujeres, muestran su incapacidad de representarlas y no se involucran debido a que no es su función.
3.Efraìn Gonzàles Olarte y Pilar Gavilano Llosa, Op. Cit., p. 10-11.

Wednesday, January 17, 2007

Historia y Cultura: Enfoques y realidades.

Sunday, September 10, 2006

Historia y Cultura: Enfoques y realidades.

Yeni Castro Peña participa en Historia a Debate y es miembro del grupo Manifiesto, véase www.h-debate.com

GÉNERO: MUJER Y PODER ¿Y QUIÉN DIJO QUE NO LO HEMOS TENIDO SIEMPRE?


Mag. Yeni Castro Peña

El acercamiento al tema de género definitivamente no es sencillo, pero ayuda a conocer el papel que tiene la mujer en la historia y no en la histeria como el sexo opuesto intenta hacernos creer.
El caso de la mujer peruana en la costa norte es sintomático del gran poder que el género femenino ha detentado desde antaño. En la temprana república es evidente y se puede apreciar a través de la desigualdad de matrimonios en los cuales ella es quien detenta el poder económico y el varón es la compañía agradable que gozará de todo beneficio mientras viva con ella y la haga feliz. Nada más claro para probar la teoría de los opuestos complementarios, uno brinda al otro lo que necesita y ambos satisfacen necesidades. Sin embargo, en cuestión de dinero, al haber fallecido el esposo, la viuda no comparte sus bienes con ninguna hija que no haya sido engendrada con ella:
“Y por cuanto Micaela Illescas, hija natural de mi esposo Don José Illescas, ha tenido acomedimientos conmigo acompañándome en la asistencia de la enfermedad de su padre, ruego a mis expresadas hijas la premien dándole cincuenta pesos del importe de los muebles y mas la ropa de uso que se encuentra en mis Comodines como los Camisones, fustanes, trajes y pantalones, dejando a la voluntad de mis hijas la entrega de los referidos cincuenta pesos pues aun cuando la agraciada es hija natural de mi citado esposo, no tenia derecho alguno a mis bienes, por no haber dejado su padre ni el balor de un alfiler lo declaro así para que conste.”[1]

En muchos casos, durante el siglo XX, las viudas prefieren otorgar poderes a sus madres antes que a un representante legal, debido a la alta confiabilidad y, así las madres se convierten en administradoras de la fortuna de sus hijas: “ Herminia Rayan otorgo á favor de mi señora madre doña Gregoria Sánchez, para que á mi nombre y representación pueda enagenar, hipotecar, arrendar y gravar toda clase de inmuebles de mi propiedad, pudiendo en consecuencia firmar las escrituras que se otorguen al respecto pudiendo en consecuencia firmar las escrituras que se otorguen al respecto. Con tal objeto le confiero todas las facultades generales y especiales de la ley sin limitación alguna”.[2]

Estas evidencias solo demuestran que siempre la mujer ha gozado de un inmenso poder mas por aquel contrato tácito que se tiene con la sociedad, ella se ve obligada a pasar formalmente desapercibida, y otorgar poderes a sus esposos para que éstos hagan las transacciones pertinentes, pero a la muerte del que poco o nada aporto a la sociedad conyugal, el socio de más acciones es el que se queda con ellas: “la mujer”.

El mito de la mujer sin poder queda muy cuestionado pero también se observa ese continuum de sociedades que son machistas y en la formalidad, respetando ese “contrato social”, debe figurar el hombre; no obstante, sea la mujer quien detente el poder.


*Yeni Castro Peña es Magíster en Estudios Latinoamericanos graduada en la Universidad Andina Simón Bolívar, sede Quito. Estudió historia en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Ha realizado una especialización en Educación Superior y enfoque Ciencia, Tecnología y Sociedad, y otra en Gestión y desarrollo de proyectos de investigación. Es miembro e investigadora nombrada por el Instituto Panamericano de Geografía e Historia. Actualmente ha incursionado en género.e-mail: castro.y@pucp.edu.pe ycastro@uasb.edu.ec
[1] Testamento de Dolores Chopitea de Illescas, 12 de diciembre de 1861. Fojas 10. colocado como f. 36 al 39. Notaria Aguilar 1852 -53. Sección Testamentos, República, Archivo Departamental de la Libertad.
[2] Notario Público Carlos Laines Lozada 1906- 1930 (58 legajos). Sección Protocolos Notariales, año de 1906, República, Archivo Departamental de la La Libertad.

MALTRATO FEMENINO Y ABUSO DE PODER MASCULINO: REFLEXIONES




Mag. YENI CASTRO PEÑA*

La historia que estamos acostumbrados a escuchar es aquella en la cual una mujer de escasa educación recibe golpes por parte de su esposo y debe soportarlos pues ella recibió poca educación a lo cual se agrega el hecho del temor y la carencia de medios o el desconocimiento de sus derechos. Sin embargo, existen casos, en los cuales, las maltratadas son mujeres profesionales con títulos algunas, maestrías otras e inclusive doctorados muchas. La pregunta que planteamos es ¿por qué estas mujeres con el nivel intelectual que tienen se dejan maltratar, muchas de ellas jóvenes, atractivas, inteligentes y con recursos económicos, por hombres que vendrían a ser su antítesis?.
Urgando respuestas hemos preferido esbozar algunas: muy baja autoestima, necesidad inmensa de cariño, deseo de protección que se invierte, necesidad de brindar amor, miedos, abuso de poder por la parte masculina, que llega al punto de la amenaza. Estas mujeres, a pesar de saber que tendrían la batalla ganada si de un problema judicial se tratase, callan, el motivo: Una sociedad machista, que no va a escuchar a la mujer como víctima de una seducción sobre todo si esta es una profesional, sino que la va acusar y a acosar sin haberla escuchado, como si su sola existencia determinase el actuar masculino.
Si bien actualmente, hay muchas mujeres ocupando puestos de poder no todas ellas lo consiguieron con su trabajo intelectual, una triste realidad del sistema del cual forman parte hombres y mujeres, donde se le enseña a la mujer a adecuarse a un sistema o perecer, se alienta su conformismo pues desde ya mientras ella trabaje cinco años para lograr obtener un ascenso, a un hombre se le da el ascenso en unos meses sin gran esfuerzo. Nuevamente, regresamos nuestras meditaciones hacia una sociedad machista donde la mujer es enemiga de sí misma, ella es la madre y el elemento fundamental en la crianza de sus hijos o de la malacrianza de los mismos. No obstante, la sociedad tiene lo propio, el pacto social convenido en muchos países de América Latina, es que los varones sean quienes realicen el trabajo académico y su compañera aún siendo profesional deba resignarse a no emerger tanto, caso contrario se enfrentaría al disgusto de su opuesto complementario.
Esto no es más que propagar una “cultura de la resignación” donde la misma iglesia afirma “hay que apoyar a su pareja, estar con ella en lo bueno y en lo malo”, creo que un caso singular lo podría esbozar el presidente elegido del Perú y su señora esposa quien ha estado con él, en lo bueno y en aquello que significó pobreza para el Perú. En este caso los principios éticos se dejan de lado, es interesante preguntarnos ¿puede un hombre vivir sin ética?, todo indicaría que algunos la ven como aquello que se les presentará el día del juicio final, en tanto se presentan ante un crucifijo a orar sin tener conciencia del daño que han podido causar.
La mujer profesional, lo primero que debe tener en cuenta es su valía como ser humano y su esfuerzo por lograr la carrera que posee, esto último la ayudará a no ser víctima del poder aplastante masculino, propio de una sociedad machista. Ella es sujeto y objeto de cambio, solo ella puede decir “basta”, el poder de un hombre se cimenta en la debilidad de una mujer, si muchas logran romper con ello, habrán comenzado a caminar y a crecer emocionalmente. No esperemos que el sexo contrario nos ayude, ayudémonos nosotras mismas.
En los interesantes relatos que he podido recopilar están el de mujeres enamoradas que han sido víctimas de hombres egoístas que las han convertido poco a poco en menos que seres humanos, el contraste entre lo que fueron y lo que llegaron a ser es realmente increíble y denota el poder que puede ejercer el hombre sobre el sexo opuesto que precisamente debido a su profesionalismo descuido su desarrollo emocional.


*Yeni Castro Peña, es Magíster en Estudios Latinoamericanos. Estudió historia en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Es Miembro Correspondiente del Instituto Panamericano de Geografía e Historia, sede Perú.

ENTRE MACHOS, MACHISTAS, MENTECATOS Y TIRANOS: ALGUNAS REFLEXIONES HISTÓRICAS Y OTRAS SOBRE NUESTRA SOCIEDAD.


Mag. YENI CASTRO PEÑA.

Un ejemplo sui generis de que polos opuestos no se atraen es nuestro país: el Perú. En casi todos los niveles académicos encontramos que la combinación macho pseudo inteligente y mujer inteligente, causa un corto circuito y nos preguntamos ¿por qué?. Al parecer, lo que debería complementarse se repele, la explicación es muy sencilla y guarda una relación directa con la raíz de todos los males, el “machismo” aún existente en todos los ámbitos de nuestro país.[1]
Cuando la mujer comenzó a luchar por sus derechos hacia el siglo XIX, sabía que sería una pelea dura y desgastante, aunque no siempre tomó en cuenta que su enemigo era su propio género, gran parte del grupo femenino es machista. Nosotras somos las responsables de parir machos e inculcar en esas mentes que deberían buscar la integración hombre mujer, se promueve la exclusión, que es inclusión cuando se trata de satisfacer un instinto primario ósea sexual en ese momento el hombre incluye a la mujer y la excluye si de igualdad de genero se trata en el ámbito profesional.
Sin lugar a dudas, no debemos soslayar que la autoconciencia femenina se manifestó en los países de lengua inglesa, a principios del siglo XIX, lo cual significaba la búsqueda de la mujer por una identidad. En el caso francés, pese a tener a una George Sand, ella jamás llegó a reclamar la igualdad política pero si se quejó de la actitud despreciativa de los hombres de su tiempo hacia el sexo considerado bello en general.
Y si en el tiempo seguimos, un Flaubert , autor de “Madame Bovary”, pensaba que la mujer era para todos los hombres una “bóveda de piernas que se abre hacia el infinito; puede que ésta no sea una actitud muy elevada, pero es fundamental para el varón”.[2]
La historia nos ha demostrado que quien inculca la educación al hombre desde que es un recién nacido, es la mujer, por ende nosotras somos las responsables de la existencia de machos, machistas que se vuelven mentecatos y pecan de tiranos. Si las mujeres dejásemos de inculcar esa forma de pensar y de actuar que solo explica el retraso y la ignominia en que vivimos, podríamos hablar de una verdadera equidad de genero, a las niñas no se les mandaría a lavar los trastes en tanto a los niños a jugar con sus soldaditos. En todo caso si una mujer es machista y tiene pensado engendrar un fruto del machismo, que considere la existencia de los anticonceptivos o la visita a un psiquiatra para que cambie sus pautas de transmisión cultural a sus hijos.
La larga lucha, terminó siendo una victoria pirrica, ahora tenemos que trabajar en oficinas o en universidades y al rematar el día o desde muy temprano dejar programado las labores del hogar, el hombre como siempre gana. Actualmente, somos acusadas de feministas pero quienes reclaman su lugar en la historia como agentes de la revolución industrial son los machos; sin embargo, si ellos hubiesen dado lo justo a la mujer, no se hubiesen desatado los reclamos por un mejor trato, su tiranía dio marcha a un largo proceso de lucha.
Tiranía que no ha acabado, el acoso sexual en el trabajo pues aquellos que se creen tan machos hacen alarde de esto rodean a la mujer de un clima caluroso para hacer sentir segura a su presa y cuando lo logran saltan como lo que son animales. Y cualquier feminista diría hombres, pero una mujer profesional meditaría ¿cómo fue que llegaron ahí?.
Si bien es cierto si hay machos con mayúsculas y demuestran que lo son no por creer ser o por hacer alarde de ser unos sementales sino porque son hombres pero también caballeros, no basta tener un pene para ser macho, eso que en muchos de ellos es pequeño y por eso necesitan demostrar su hombría valiéndose de asueros y artimañas; se necesita de inteligencia, audacia, valentia para poder ir sobre sus instintos tan animales y poder ver bien a una mujer.
Si bien es cierto todas merecen respeto, unas se lo ganan por su trabajo intelectual y otras lo disfrutan con su trabajo debajo de las sabanas. En muchas instituciones, la mujer profesional es mal tratada y avergonzada que insulto para la sociedad, si soy machista asevero que no lo soy, trato de ser consecuente, no siempre lo logro pero respeto tanto a un hombre profesional como a una mujer profesional, pero mas a una mujer y madre profesional pues hizo un gran trabajo, pero en general admiro a la mujer que cree en su país y trabaja desde cada rincón de nuestro país desde la más humilde hasta la mas culta, pues esta haciendo que su país crezca y menosprecio a aquella que espera trabajar lo menos posible y ganar lo máximo pues es una perdida para nuestro país.
Finalmente, la mujer termina siendo víctima de lo que fomentó, pero el asunto es aún más grave no solo es la mujer sino son las mujeres que necesitamos tomar conciencia del rol decisivo y fundamental en el hogar, sólo así como mujer no será atacada, como amante no será censurada y como amiga no será acallada.
El hombre machista es ya un mentecato movido por un eudemonismo carnal innato, que hace que divida a las mujeres entre buenas y malas, tan simple y sencillo sin considerar la complejidad de la naturaleza humana, he ahí la manera en como pasan a ser mentecatos, incapaces de comprender la realidad y fáciles de seducir frente a cualquier encanto muy material y carnal.
La explicación de su comportamiento, nosotras, si analizamos las representaciones culturales, el hombre es la figura fuerte, estas delimitaciones culturales, delimitan identidades colectivas a través de imágenes, y diversos simbolismos que o solo enuncian diferencias sino que las confirman e inducen a prácticas sociales.
Mi Perú pobre es así, pero quienes lo permiten?, aquellos machistas que creen que manejan situaciones y no son mas que pobres mentecatos que se convierten en tiranos presos de sus pasiones, dejando de crecer intelectualmente pues privilegian el crecimiento de su órgano viril solo por unos instantes, soslayando el crecimiento mas importante que es el humano y pierden oportunidades de ayudar a diversos sectores sociales. y no tienen ni remordimientos de conciencia cuando van a rogar a Dios pues ellos saben bien: "a Dios rogando y con el mazo dando".


[1] Medítese en torno a publicación a la cantidad de mujeres ocupando cargos académicos en comparación con la de varones.
[2] Cita tomada de Amaury de Riencourt, “La mujer y el poder en la historia”, Caracas: Monte Avila Editores, 1977,p. 546.
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Yeni Castro Peña es Magíster en Estudios Latinoamericanos graduada en la Universidad Andina Simón Bolívar, sede Quito. Estudió historia en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Ha realizado una especialización en Educación Superior y enfoque Ciencia, Tecnología y Sociedad, y otra en Gestión y desarrollo de proyectos de investigación. Es investigadora nombrada por el Instituto Panamericano de Geografía e Historia y realiza diversos proyectos de investigación relacionados con la historia de la ciencia y la tecnología. Actualmente ha incursionado en estudios de género.
e-mail: castro.y@pucp.edu.pe

TRANSDISCIPLINARIEDAD, EDUCACIÓN Y ESTADO


Mag. Yeni Castro Peña*
El enfoque educativo Ciencia, Tecnología y Sociedad (CTS), es generalmente entendido como un campo interdisciplinar; sin embargo, debe ser entendido como un campo transdiciplinar, pues la interdisciplinariedad no es más que la transferencia del método de una disciplina a otra si de rigor y
precisión se trata.
La transdisciplinariedad contemplaría diferentes niveles de la realidad, diversas lógicas y sus respectivas complejidades. Se trata de tener una visión arquitectónica y sistémica, como advertía Mario Bunge, es decir analizar el todo en su respectiva complejidad, lo cual evita caer en el simplismo reduccionista del individualismo o del “totalismo”.[1]

Actualmente, los saberes aún se encuentran compartimentalizados y aislados como señala Edgar Morin debido a la existencia de una hiperespecialización, la cual es perceptible en las universidades pese al intento del trabajo “interdisciplinario y multidisciplinario” que se aduce realizar. Una labor que vaya más allá de lo interdisciplinario o lo multidisciplinario es imperativa, como señala Basarab Nicolescu, para quien es necesaria la realización de un trabajo que no termine desbordando la disciplina misma, es decir, una labor transdisciplinaria, la cual tendría por finalidad la comprensión del mundo presente desde la necesidad de concebir la unidad del conocimiento.

En el caso peruano, la educación aún mantiene su corte elitista de antaño. En la constitución de 1823, cuando se intentó democratizar la escuela peruana, no solo se dejo de lado el contenido de la enseñanza sino que tampoco se tomo en cuenta el problema de la lengua en una republica donde la gran población era indígena.[2] La explicación tal vez podemos hallarla en el imperativo de manipular la disciplina educativa, que definitivamente puede convertirse en una poderosa herramienta política para el grupo que se encuentre en el poder, lo cual explicaría la existencia y la sobrevivencia de muchos mitos y estereotipos que aún a la luz del siglo XXI, se dejan notar en nuestra historia. [3]

La educación que se imparte tanto a nivel universitario como a nivel escolar es el germen de la ausencia de una cultura política democrática, y solo encontramos una invención política, titulo del libro de Demellas. En paises como Perú o Ecuador donde es notoria la existencia de una mayoría indígena, también es evidente la reticencia, por parte de los grupos de poder, a mejorar el nivel educativo, lo cual no excluye la construcción de una historia nacional y de un discurso propio. Huelga decir que, los primeros presidentes de las jóvenes repúblicas no se preocuparon tanto por forjar una nación sino por establecer los cimientos del republicanismo.[4]
El discurso de la existencia de una sociedad democrática y moderna no es nuevo proviene de los primeros años de la república, época en la cual se manejo mucho el concepto de civilización y de libertad de un país que aparentemente se extendería a los llamados “indios” en el caso ecuatoriano. Sin embargo, en esta primera década del siglo XXI, donde cada vez es más explotado el discurso de la democracia, es también necesario plantear determinadas interrogantes si no deseamos caer en el desacierto de aplicar un concepto a un país en vías de desarrollo como si se tratase de un país desarrollado. Nuestras preguntas que bien podrían parecer ingenuas pueden conducirnos a respuestas muy complejas: ¿existe un solo tipo de democracia? ¿cuántos tipos de democracia existe?.

Frente a estas interrogantes, es menester reflexionar si todos los países en vías de desarrollo tienen acceso a la tecnología y si las entidades gubernamentales apoyan el desarrollo científico en las diversas zonas de cada país. Es innegable que la praxis cotidiana desmiente la retórica de la democracia, no existe acceso democrático a la tecnología en las zonas rurales de los lugares más alejados de la capital.[5]
A lo cual conviene agregar que el discurso democrático iguala realidades, mas es imprescindible identificar la diferencia existente de país a país, de región a región dentro de una misma realidad para poder llevar a cabo una buena política educativa que sea capaz de vincular a cada zona con sus prioridades científicas y con sus necesidades tecnológicas. [6]
En este punto, es necesario aclarar el concepto de “democracia”, el cual no debe ser una opinión monolítica como generalmente sucede cuando hacen alusión a ella los mandatarios de Estado o bien muchos personajes vinculados a la política. Un estudioso de las ciencias políticas, David Held, ha perfilado tres modelos de democracia: la democracia directa o participativa; la democracia participativa o la liberal; y, la democracia fundada en un modelo unipartidista, estableciendo las características del modelo soviético, paradigma para este tipo de democracia, esboza los modelos que se han reproducido en América Latina que al parecer tienen un discurso democrático más el grupo de poder que sube es quien toma las riendas en muchos aspectos sociales y decisiones educativas.[7]

De nuestras anteriores afirmaciones, podemos deducir que educación y democracia no siempre han caminado por el mismo sendero; sin embargo, es innegable que el saber no puede ser impartido de manera fragmentaria, más aún debe responder a las expectativas de cada sociedad.

En este aspecto, el enfoque CTS intenta lograrlo, a lo cual agregamos que la enseñanza debe contextualizar, relacionar y globalizar. Si un gobierno aspira lograr progreso social se debe promover la educación y la innovación tecnológica como factores determinantes. Sin embargo, ¿cómo relaciono ambas? ¿cuál es el vínculo entre educación y desarrollo industrial? ¿qué papel ha tenido la entrada de las ciencias en las instituciones escolares y en la industria?.
La innovación tecnológica debe servir para que la educación llegue a más lugares, la ciencia y la creatividad humana plasmada en lo material (tecnología) debe unirse a su ingenio para la creación de métodos que impulsen el cambio educativo y participativo en la sociedad.[8]
Actualmente, los cambios en el sistema productivo, en las formas de producción, en la actividad social en general, son paralelos a la demanda de un mejor nivel educativo, que llegue a toda la sociedad civil. La respuesta que se ha obtenido es paradójica, por un lado ha dado como resultado “una educación elitista” que excluye a quien carece de recursos económicos para acceder a ella; y, por el otro, “una educación masificada” que llega a muchos pobladores pero con bajo nivel de conocimiento.
En una sociedad industrial debería haber mayor facilidad para llegar a la educación, pero la realidad desmiente todo planteamiento teórico. Si bien existe el deseo de saber más y conocer más, la educación no es igual para todos, quienes tienen más pueden pagar una mejor educación a nivel escolar, que aquellos que no tienen y es en este punto donde nos preguntamos ¿cuál es el rol del Estado? ¿qué hacen los gobiernos?. A nivel superior, al parecer existe una clara conciencia que quien no tiene al menos una carrera técnica está disminuido en la sociedad, por ello para subsistir adecuadamente hay que tratar de aprender, cuanto menos, a manejar una máquina de manera eficiente, llevar contabilidad, saber costura, computación, etc., esto permite al hombre insertarse en un mercado laboral. Baste con mirar la cantidad de institutos o academias en el caso peruano por ejemplo. Sin embargo, no dejamos de reflexionar en torno a si en los centros alejados de un gran movimiento de capital sucede lo mismo.
Entre las bondades de la ciencia y la tecnología podemos considerar que ha permitido que currículos de enseñanza básica y media sean publicados vía electrónica para la consulta de profesores, asimismo ha logrado ayudar en la organización de “talleres de escritores”, lo cual facilita la enseñanza de la escritura a niños con el objetivo que su letra sea legible, pero ¿esto se conoce en nuestra realidad?, o ¿acaso solo lo conocen unos pocos?.
Si tuviésemos que esbozar un aspecto negativo de la incursión de la ciencia y tecnología en muchas instituciones escolares y de nivel universitario, deberíamos enfatizar la alta dependencia que ha fomentado, estableciendo un lazo indisoluble entre el alumno y la computadora, gracias al sistema de internet. Este medio es concebido por el alumno como el medio indispensable para realizar sus tareas, dejando de lado la consulta bibliográfica y sin tener en cuenta el riesgo de algunas páginas que no son del todo académicas.

Es importante el uso de las computadoras y la facilidad que otorga el internet más el abuso es nocivo pues cada vez hay menos alumnos que asisten a una biblioteca que no sea virtual; por lo que atañe a la historia es grave pues las grandes polémicas no están todas en los libros y cuando se le envía a leer a un alumno de “ciencias exactas”, lo cual no excluye a algunos de “ciencias humanas”, sobre humanidades, piensa que lo puede conseguir todo en la computadora y no desarrolla su espíritu crítico, más bien desarrolla la estrategia del conocido “pegado”. Esto último no es más que la prueba palpable de la escasez de entendimiento por parte del alumnado y la ausencia de estrategias pedagógicas que lo ayuden a comprender que el computador solo es un auxiliar de enseñanza.
Sin lugar a dudas, concordamos con Drucker pues la tecnología no es la característica más importante de la transformación escolar sino es más importante aún repensar el papel y la función de la escolaridad y de la escuela. La tecnología es importante en la medida en que nos ayuda a hacer mejor aquello que antes no podíamos.[9]
A este punto conviene preguntarnos ¿cuál es el rol del Estado y del gobierno?. Realizar una verdadera reforma y proponer políticas universitarias que no solo impliquen la descentralización sino también una elevación del nivel del profesorado, lo cual en el Perú debe ser liderado por el Ministerio de Educación. Las ciencias en la industria han propiciado la innovación, hacer el conocimiento productivo, lo cual como afirma nuestro ya citado autor, requiere aumentar el rendimiento de lo que se conoce por el individuo o por el grupo. Esta productividad del conocimiento va a convertirse en el factor determinante de la competitividad de una industria.


Consideramos que una educación CTS debe estar basada en la transdisciplinariedad y debe tener como estrategia importante a considerar a la historia con mayúsculas, lo que significa tener un pie en el pasado y otro en el presente, la historia es proceso, cambio, y también desarrollo en algunos casos.[10]
A partir de lo que tenemos en el presente, podemos construir nuestro pasado, si intentásemos establecer una estrategia para la educación CTS, podríamos comenzar preguntándonos ¿qué es una laptop?: “es el resultado del desarrollo tecnológico, científico y del trabajo humano”. A lo cual agregamos una nueva interrogante ¿cómo comenzó?, pues todo tiene un inicio, y nos remontaremos a las grandes computadoras. Asimismo, nos cuestionaremos ¿cómo fue posible la existencia de estas enormes máquinas?, obtendremos diversas e innumerables contestaciones que se van a congregar en una: “la respuesta del hombre frente a determinada necesidad”, pero el hombre de las grandes máquinas no es el de las laptop ahí podemos comenzar a establecer la participación de los estudiantes a comparar las necesidades de antes con las de ahora. A eso se le llama hacer historia comparada, que es lo que los historiadores hacemos y no el recuento fáctico que se cree.[11]
Y definitivamente, no se trata de polémicas de otros seres humanos sino de nuestro tiempo, del hombre de hoy que se cree super moderno. Si retrocedemos en el tiempo el hombre de la edad media se llamaba moderno y era medieval. Y, si hacemos historia comparada y nos preguntamos por el desarrollo del transporte en las sociedades capitalistas, podemos afirmar que el avión responde a la necesidad del hombre por acortar distancias y que junto a esta invención existe un “ahorro social”, lo cual ya expresaba Robert W. Fogel para los ferrocarriles en el desarrollo estadounidense, que también sirvieron para acortar distancias y para unir un territorio. De lo expuesto, podemos afirmar que las respuestas que plantea una sociedad están de acuerdo con el avance de la tecnología y de la ciencia, pertenecen a un tiempo y es claro que el hombre cambia por lo menos en lo que a sus necesidades atañe.[12]
En el aspecto educativo, es claro que el saber no puede ser impartido de manera fragmentaria sino debe responder a las interrogantes de la sociedad y el enfoque CTS intenta lograrlo, a lo cual agregamos que la enseñanza debe contextualizar, relacionar y globalizar.Si un gobierno aspira lograr progreso social se debe promover la educación y la innovación tecnológica como factores determinantes. Sin embargo, ¿cómo relaciono ambas? ¿cuál es el vínculo entre educación y desarrollo industrial? ¿qué papel ha tenido la entrada de las ciencias en las instituciones escolares y en la industria?.
La innovación tecnológica debe servir para que la educación llegue a más lugares, la ciencia y la creatividad humana plasmada en lo material (tecnología) debe unirse a su ingenio para la creación de métodos que impulsen el cambio educativo y participativo en la sociedad.[13]
Actualmente, los cambios en el sistema productivo, en las formas de producción, en la actividad social en general, son paralelos a la demanda de un mejor nivel educativo, que llegue a toda la sociedad civil. La respuesta que se ha obtenido es paradójica, por un lado ha dado como resultado “una educación elitista” que excluye a quien carece de recursos económicos para acceder a ella; y, por el otro, “una educación masificada” que llega a muchos pobladores pero con bajo nivel de conocimiento.
En una sociedad industrial debería haber mayor facilidad para llegar a la educación, pero la realidad desmiente todo planteamiento teórico. Si bien existe el deseo de saber más y conocer más, la educación no es igual para todos, quienes tienen más pueden pagar una mejor educación a nivel escolar, que aquellos que no tienen y es en este punto donde nos preguntamos ¿cuál es el rol del Estado? ¿qué hacen los gobiernos?. A nivel superior, al parecer existe una clara conciencia que quien no tiene al menos una carrera técnica está disminuido en la sociedad, por ello para subsistir adecuadamente hay que tratar de aprender, cuanto menos, a manejar una máquina de manera eficiente, llevar contabilidad, saber costura, computación, etc., esto permite al hombre insertarse en un mercado laboral. Baste con mirar la cantidad de institutos o academias en el caso peruano por ejemplo. Sin embargo, no dejamos de reflexionar en torno a si en los centros alejados de un gran movimiento de capital sucede lo mismo.
Entre las bondades de la ciencia y la tecnología podemos considerar que ha permitido que currículos de enseñanza básica y media sean publicados vía electrónica para la consulta de profesores, asimismo ha logrado ayudar en la organización de “talleres de escritores”, lo cual facilita la enseñanza de la escritura a niños con el objetivo que su letra sea legible, pero ¿esto se conoce en nuestra realidad?, o ¿acaso solo lo conocen unos pocos?.
Si tuviésemos que esbozar un aspecto negativo de la incursión de la ciencia y tecnología en muchas instituciones escolares y de nivel universitario, deberíamos enfatizar la alta dependencia que ha fomentado, estableciendo un lazo indisoluble entre el alumno y la computadora, gracias al sistema de internet. Este medio es concebido por el alumno como el medio indispensable para realizar sus tareas, dejando de lado la consulta bibliográfica y sin tener en cuenta el riesgo de algunas páginas que no son del todo académicas.

Es importante el uso de las computadoras y la facilidad que otorga el internet más el abuso es nocivo pues cada vez hay menos alumnos que asisten a una biblioteca que no sea virtual; por lo que atañe a la historia es grave pues las grandes polémicas no están todas en los libros y cuando se le envía a leer a un alumno de “ciencias exactas”, lo cual no excluye a algunos de “ciencias humanas”, sobre humanidades, piensa que lo puede conseguir todo en la computadora y no desarrolla su espíritu crítico, más bien desarrolla la estrategia del conocido “pegado”. Esto último no es más que la prueba palpable de la escasez de entendimiento por parte del alumnado y la ausencia de estrategias pedagógicas que lo ayuden a comprender que el computador solo es un auxiliar de enseñanza.
Sin lugar a dudas, concordamos con Drucker pues la tecnología no es la característica más importante de la transformación escolar sino es más importante aún repensar el papel y la función de la escolaridad y de la escuela. La tecnología es importante en la medida en que nos ayuda a hacer mejor aquello que antes no podíamos.[14]
A este punto conviene preguntarnos ¿cuál es el rol del Estado y del gobierno?. Realizar una verdadera reforma y proponer políticas universitarias que no solo impliquen la descentralización sino también una elevación del nivel del profesorado, lo cual en el Perú debe ser liderado por el Ministerio de Educación. Las ciencias en la industria han propiciado la innovación, hacer el conocimiento productivo, lo cual como afirma nuestro ya citado autor, requiere aumentar el rendimiento de lo que se conoce por el individuo o por el grupo. Esta productividad del conocimiento va a convertirse en el factor determinante de la competitividad de una industria.

La educación CTS necesita del trabajo transdisciplinario y de un rol activo por parte del Estado en los países en vías de desarrollo.

Bunge, Mario (1995), Sistemas sociales y Filosofía, Editorial Sudamericana, Buenos Aires.


EDUCACION, DEMOCRACIA Y TRANSDISCIPLINARIEDAD: FORJANDO CIENCIA Y COMPARTIENDO TECNOLOGÍA PARA LOGRAR EL CRECIMIENTO DE UNA SOCIEDAD.
[1] Mario Bunge, Sistemas sociales y Filosofía, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1995.
[2] Marie Danielle Demellas, La invención política, Lima: IEP, 2003, p. 344-345.
[3] El tema de mitos y estereotipos ha sido ampliamente estudiado por la autora en: Yeni Castro, Ideología, Cultura y Política Exterior Estadounidense hacia América Latina. Un estudio en torno a los mitos y estereotipos durante el gobierno de Theodore Roosevelt (1901 -1909). Tesis de Maestría a publicarse el 2006, Universidad Andina Simón Bolívar, Quito, Ecuador.
[4] En el caso ecuatoriano, podemos analizar la política de Vicente Rocafuerte quien no concebía una democracia exclusiva y no pensaba en escolarizar a todos los ecuatorianos, como hace énfasis Demellas. Antes bien, la escuela obligatoria podría servir para sus fines facciosos, en palabras de la investigadora francesa. Véase: Marie-Danielle Demélas, Op. Cit., p. 348.

[5] Esta conclusión es producto de un trabajo de campo de la autora en la comunidad nativa de San Francisco de Yarinacocha, la cual es habitada por la población shipibo coniba. Existe un informe privado en mimero sobre las necesidades de la población nativa. Yeni Castro Peña, Informe general sobre la visita realizada a la población nativa de San Francisco de Yarinacocha, Ucayali, 2004, 20 p.
[6] Yeni Castro Peña, “Educación Intercultural y educación científica-tecnológica: Cómo estar al lado del desarrollo viviendo en el subdesarrollo”. En: http://www.educar.org/articulos/educacionintercultural.asp
[7] David Held. La democracia y el orden global. Del Estado moderno al gobierno cosmopolita, Barcelona: Paidos, 1997, pp. 23-50.
[8] José A. López Cerezo, José A. Méndez Sanz, Oliver Todt, “Participación pública en política tecnológica. Problemas y Perspectivas”. En: Revista Arbor CLIX, 627 (Marzo 1998), pp. 280 – 287. Existe una versión digital en: http: www.campus-oei.org/salactsi/arbor.htm

[9] Peter Drucker, La sociedad postcapitalista, Colombia: Editorial Norma, 1994, p. 215.


* Yeni Castro Peña es Magíster en Estudios Latinoamericanos graduada en la Universidad Andina Simón Bolívar, sede Quito. Estudió historia en la Pontificia Universidad Católica del Perú, ejerce la docencia en historia del Perú e historia económica del Perú. Ha realizado una especialización en Educación Superior y enfoque Ciencia, Tecnología y Sociedad, y otra en Gestión y desarrollo de proyectos de investigación. Es investigadora nombrada por el Instituto Panamericano de Geografía e Historia y realiza diversos proyectos de investigación relacionados con la historia de la ciencia y la tecnología.
e-mail: castro.y@pucp.edu.pe


[10] Pierre Vilar, Iniciación al Vocabulario del Análisis Histórico, Barcelona: Editorial Crítica, 1980, p. 23.
[11] Pierre Vilar. Op. Cit., p. 22.
[12] Harold Dorn y James E. Mc Clellan, Science and Technology in world History: An Introduction modern industrial society. Maryland: John Hopkins University Press, 1999, 404 p.
[13] José A. López Cerezo, José A. Méndez Sanz, Oliver Todt, “Participación pública en política tecnológica. Problemas y Perspectivas”. En: Revista Arbor CLIX, 627 (Marzo 1998), pp. 280 – 287. Existe una versión digital en: http: www.campus-oei.org/salactsi/arbor.htm

[14] Peter Drucker, La sociedad postcapitalista, Colombia: Editorial Norma, 1994, p. 215.


* Yeni Castro Peña es Magíster en Estudios Latinoamericanos graduada en la Universidad Andina Simón Bolívar, sede Quito. Estudió historia en la Pontificia Universidad Católica del Perú, ejerce la docencia en historia del Perú e historia económica del Perú. Ha realizado una especialización en Educación Superior y enfoque Ciencia, Tecnología y Sociedad, y otra en Gestión y desarrollo de proyectos de investigación. Es investigadora nombrada por el Instituto Panamericano de Geografía e Historia y realiza diversos proyectos de investigación relacionados con la historia de la ciencia y la tecnología.
e-mail: castro.y@pucp.edu.pe

EDUCACIÓN INTERCULTURAL Y EDUCACIÓN CIENTÍFICA-TECNOLÓGICA: CÓMO ESTAR AL LADO DEL DESARROLLO VIVIENDO EN EL SUBDESARROLLO


Yeni Castro Peña*

La necesidad de una educación intercultural se ha convertido en un discurso excluyente que ha dejado de lado un enfoque interesante: el enfoque Ciencia, tecnología y sociedad (CTS) que abre un campo de comunicación transdisciplinar y promueve la participación social
Referirse a una educación intercultural es hacer alusión a una educación para la diversidad cultural, como bien afirma Carlos V. Zambrano, quien de manera muy atinada hace notar que desde 1990, esta ha cobrado mayor fuerza en América Latina. Sin lugar a dudas, la educación intercultural tiene como finalidad revalorar no solamente el pasado indígena sino también su presente, es decir no solo enfrentarse a la función social que tiene la historia sino también a su utilidad plasmada en la tradición, presente en la vida diaria de los pueblos.[1]
Cuando se menciona el tema de una educación intercultural, muchos docentes excluyen una educación científica, el mismo fenómeno ocurre cuando se hace referencia a una educación científica, de inmediato, el docente excluye una educación intercultural. Los docentes no han logrado deshacerse del gran mito en torno al divorcio entre humanitas y ciencia, lo cual no podemos negar que es notorio en nuestro medio tanto a nivel elemental como a nivel superior. En este sentido, la educación CTS fomenta un espacio de encuentro entre estas dos maneras de percibir el mundo y aporta una visión social sobre la significación de la actividad científica y tecnológica, al respecto Mariano Martín Gordillo afirma: “CTS incorpora la riqueza interpretativa de las disciplinas humanísticas y sociales para entender en qué consiste la actividad tecnocientífica y cómo se desarrolla”.[2]
La atestación precedente nos conduce a preguntarnos si la educación intercultural es tan necesaria para entender las raíces de los pueblos y su desarrollo así como su manera de vivir en el presente, es ¿acaso posible realizarla alejada de los avances tecnológicos que en las zonas más lejanas de la capital de nuestro Perú son evidentes? ¿por qué si la educación CTS y la educación intercultural intentan hacer participe a la sociedad, no es posible unificarlas? ¿acaso podemos vivir al lado del desarrollo teniendo una política educativa de subdesarrollo?. No hay lugar en el Perú donde no exista una radio, o por lo menos una lámpara, en las tribus selváticas donde poco llega la civilización llega una lámpara y un radio a pilas. Asimismo, no podemos aislarnos y escapar de la globalización pues es imposible alejarse de ella.
En esta época se hace imperativo que el docente encare el rol activo que le toca desempeñar. Este es paradigma de valores y fuente de saber para sus alumnos, como tal debe asumir el reto que le corresponde y ser sujeto activo de cambio en una sociedad democrática y responsable.
Un compromiso responsable del docente que pueda unir educación intercultural y educación científica-tecnológica daría como resultado el despertar del alumnado de manera consciente a la postmodernidad que fue dada a luz por su madre la modernidad y en muchos lugares no se han enterado de su nacimiento aún.

Educación intercultural y Educación científica-tecnológica: De enfoques a realidades.

La educación intercultural es definida como un modelo educativo que busca fomentar el enriquecimiento cultural de los ciudadanos, partiendo del reconocimiento y respeto a la diversidad, a través del intercambio y el diálogo, que tienen por finalidad la participación activa y crítica en aras a cimentar el desarrollo de una sociedad democrática basada en la igualdad, la tolerancia y la solidaridad.[3]
En tanto, una educación científica-tecnológica puede ser definida como un enfoque pedagógico orientado a formar ciudadanos capacitados para comprender, manejarse y participar en un mundo en el que la ciencia y la tecnología están cada día más presentes. Este enfoque ha tomado el nombre de Ciencia, Tecnología y Sociedad (CTS), el cual es especialmente apropiado para fomentar una educación tecnocientífica dirigida al aprendizaje de la participación, aportando un nuevo significado a conceptos tan aceptados como alfabetización tecnocientífica, ciencia para todos o difusión de la cultura científica.[4]
Es imprescindible plantear soluciones para nuestra realidad diversa y compleja a la cual le es imposible soslayar el hecho de estar inmersos en un proceso de globalización, como ya veníamos anunciando. Es decir, cómo pasar de meros enfoques, que en el caso de la propuesta intercultural se ve influenciada claramente por la antropología y en el caso CTS por el interés de algunos tecnócratas que buscan una educación con fines pragmáticos, a la aplicación de los mismos en realidades concretas en nuestro caso para el Perú.
En relación a las aproximaciones conceptuales hechas, podríamos comenzar afirmando que una educación intercultural parte de los supuestos de una multiculturalidad, de esa desigualdad y exclusión que existe en un mundo globalizado donde la igualdad, la libertad y la ciudadanía están siendo revalorados como principios emancipatorios de la vida social”.[5]
Una educación intercultural implica el reconocimiento de la diversidad existente en un país, bien podríamos recordar el título de un libro del conocido historiador tacneño Jorge Basadre Grohmann “Perú: problema y posibilidad”. Nuestro país es un conjunto de problemas pero también una gama de posibilidades para afrontar los mismos, nuestros problemas radican en nuestra diversidad ya sea climática lingüística, socio-económica, etc., pero en esa diversidad esta el sendero que nos muestra la gama de posibilidades que harían posible que el Perú logre un desarrollo autosostenido. Todo país que busca un desarrollo económico debe comenzar mejorando su nivel educativo es decir la superestructura de la sociedad.
El modelo intercultural reconoce asimismo la complejidad de lo que somos como nación, no solo una sino muchas culturas, es decir somos una nación pluricultural, que no puede ni debe excluirse de los cambios y del desarrollo tecno-científico a nivel mundial, sino formar parte de ello. He ahí, la necesidad del segundo enfoque propuesto, parecería extraño exponer un enfoque que puede ser fácilmente aplicado a países desarrollados mas muchas veces nos preguntamos cómo podríamos aplicarlo a nuestra realidad. Nuevamente el docente en el Perú se enfrenta a la disyuntiva de realizar una educación intercultural o bien una de enfoque CTS, pues bien, ambas como se ha expuesto anteriormente deben ir juntas. No solamente es necesario reconocer nuestra diversidad cultural sino que es imprescindible no negar el desarrollo en nuestro subdesarrollo.
En la sierra hay un desconocimiento sobre la amazonía y, en Lima, de manera análoga, también existe ese desconocimiento de los problemas, flora o fauna amazónica. Si bien, hay información turística sobre nuestras zonas verdes no se puede hablar de una proliferación de textos escolares didácticos, haciendo la salvedad de los trabajos del Dr. Pablo Macera y del Lic. Germán Martínez, para la sierra y la selva respectivamente.
Si estamos tratando de llevar a cabo una educación intercultural, se debe comenzar por desarrollar una “cultura política”, entendiendo polis, en el más amplio sentido del vocablo, como la preocupación que se debe asumir por el bien de la comunidad, es decir de esa “comunidad políticamente imaginada como inheremente limitada y soberana” como define Benedict Anderson a la nación.[6]
Una cultura política reforzaría el sentido identitario de todos los ciudadanos y su necesidad de participar en una sociedad democrática y globalizada donde la ciencia, la tecnología y la innovación son parte de nuestras vidas y de nuestra problemática como país subdesarrollado que actualmente enfrenta problemas de contaminación y depredación de su medio ambiente.
Parecería sumo excentricismo hablar de un enfoque CTS en las zonas más recónditas de nuestra sierra; resultaría más aceptable escuchar hablar solamente de una educación intercultural. Sin embargo, la capacidad que tienen muchos docentes de innovar como en el caso de la pintura, usando hojas de árboles que contengan tinte para que los niños puedan colorear sus dibujos, eso es hacer uso de la tecnología e innovación, frente a un reto el hombre es capaz de encontrar salidas para dar respuesta a sus problemas.
El enfoque CTS aislado de una educación intercultural, en nuestro país, no aportaría nada nuevo; sin embargo, CTS no es solamente un trabajo interdisciplinario sino transdisciplinario pues una educación CTS termina por desbordar la suma de estos tres términos ya aludidos. De tal manera, CTS es una nueva aproximación que pone de manifiesto las relaciones mutuas, aquellas coincidencias y aquellos choques que podemos apreciar actualmente entre la ciencia, la tecnología y una sociedad pluricultural.
Si bien se puede afirmar que estamos en una era de saberes compartimentalizados y aislados, se trata de realizar un trabajo que no termine desbordando a la disciplina misma, es decir, una labor transdisciplinaria, la cual tendría por finalidad la comprensión del mundo presente en su diversidad y con sus avances tecnocientíficos. La transdisciplinariedad contemplaría diferentes niveles de la realidad, diversas lógicas y sus respectivas complejidades.

REFLEXIONES FINALES

Resulta interesante preguntarnos para qué es importante la ciencia y la tecnología, si vivimos en un país que difícilmente se puede afirmar que se conoce sí mismo. Esta interrogante debe ser formulada tanto por parte de los alumnos como de los docentes. Se trata de no quedar a la orilla del avance y de los nuevos descubrimientos sino de aprovechar nuestra diversidad biológica, marina y nuestro capital humano para salir del subdesarrollo.
La importancia de la ciencia y la tecnología no debe ser considerada solamente desde un plano superior, se trata más bien de revalorar y difundir el conocimiento ancestral y tradicional que poseen nuestras diversas regiones. Esto último solo es posible a través de una educación intercultural en la cual niños y jóvenes refuercen su identidad nacional.
La propuesta CTS hace que la división entre letras y ciencias sea muy tenue para algunos y pase desapercibida para otros pues la finalidad es la formación de una ciudadanía que no puede escapar a los adelantos científicos y tecnológicos en un mundo globalizado. Y a pesar de ser considerados periferia, no debemos vivir al margen de los adelantos de esta sociedad cosmopolita, es más nuestro reto debe ser dar a conocer cómo mantenemos nuestra unidad y nuestro sentido de identidad a pesar de nuestra diversidad y cómo podemos ser parte del desarrollo viviendo en el subdesarrollo.

[1] Carlos V. Zambrano, “Diversidad cultural ampliada y educación para la diversidad”. En: Nueva Sociedad, Enero-febrero 2000, núm. 165, Caracas: Editorial Texto, pp. 151 -152.
[2] Mariano Martín Gordillo, “Educación CTS”. En: http: www.innova.uned.es/webpages/dipperu/contenidos.htm (última fecha consultada 15 de enero del 2006).
[3] Auxiliadora Sales y García, Rafaela. Programas de Educación Intercultural. Bilbao: Desclée De Brouwer, 1997, p. 47.
[4] Mariano Martín Gordillo y Carlos Osorio M. “Educar para participar en ciencia y tecnología. Un proyecto para la difusión de la cultura científica”. En: Revista Iberoamericana de Educación. N° 32 (2003), p. 165.

[5] Souza Dos Santos, La caída del Angelus Novus: Ensayos para una nueva teoría social y una nueva práctica política. Colombia: ILSA, p. 125.
[6] Benedict Andersen, Comunidades Imaginadas, México: F.C.E., p. 23.

* Yeni Castro Peña es Magíster en Estudios Latinoamericanos graduada en la Universidad Andina Simón Bolívar, sede Quito. Estudió historia en la Pontificia Universidad Católica del Perú, ejerce la docencia en historia del Perú e historia económica del Perú. Ha realizado una especialización en Educación Superior y enfoque Ciencia, Tecnología y Sociedad, y otra en Gestión y desarrollo de proyectos de investigación. Es investigadora nombrada por el Instituto Panamericano de Geografía e Historia y realiza diversos proyectos de investigación relacionados con la historia de la ciencia y la tecnología.
e-mail: castro.y@pucp.edu.pe

LEXICOGRAFÍA E IDENTIDAD: EL IMPERATIVO DE FOMENTAR VOCABLOS EN TORNO A CULTURA



Yeni Castro Peña*

“No se puede hablar en cualquier época
de cualquier cosa; no es fácil decir algo
nuevo”. Michel Foucault, La arqueología
del saber, 1997.


Las nuevas corrientes culturalistas que provienen del coloso del norte, como parte de todo un movimiento llamado el “New Culturalism”, han producido un vocabulario en torno a la palabra cultura. Si bien, nuestro léxico se ve enriquecido, habría que reflexionar sobre la necesidad de crear nuevos vocablos que describan realidades no solo desde el aspecto político e ideológico, sino también desde el económico, social, ambiental. Es decir, existe un imperativo latente por crear una lexicografía que describa realidades, las cuales identifique al hombre con su espacio nacional- local: “…En lugar de “repensar” el espacio nacional en un sentido literal, las filiaciones regionales y locales crean una relación discursiva de ligeros matices con lo nacional, mediante la cual se pueden expresar ideas acerca de la naturaleza exacta del ser nacional y “local”. (Radcliffe y Westwood, 1999, p. 167).
Siendo el lenguaje, el vehículo a través del cual entablamos relaciones humanas y sociales, la importancia de los vocablos es fundamental sobre todo frente a la existencia de un Imperialismo lingüístico, titulo del libro de Phillipson publicado el año de 1992. Este estudioso advierte la dominación lingüística que ejerce el centro sobre la periferia, es más existe una preparación de la elite local perteneciente a los países periféricos, por parte del Imperio, este se encarga de educar y concienciar a dicha elite no solamente con la imposición de modelos sino también con una lexicografía adecuada a sus intereses. (Phillipson, 1992)
El asunto no es tan sencillo como pudiese parecer. De un lado, la elite local va a hacer uso y tergiversación del léxico planteado por el Imperio en su aspecto político e ideológico. Y, del otro, existe un grupo de estudiantes que no pertenecen a la elite local pero si migran hacia el Imperio con la finalidad de complementar y mejorar su nivel académico, los cuales al regreso a su país de origen van a convertirse en defensores de este léxico o bien arduos críticos del mismo.
Generalmente, el academicismo teórico vence a la praxis y a las necesidades del sistema del cual son originarios. Si bien es difícil encontrar algunos que tengan interés por acuñar nuevos vocablos en torno a la palabra cultura y que respondan a la realidad socio-económica y a la necesidad identitaria del país en que viven; sin embargo, existe un interés por parte de un grupo de académicos que han acogido esta nueva corriente del Imperio y que a manera de contra imagen del academicismo estadounidense van a plantear la necesidad de acuñar nuevos términos que reflejen no solamente una corriente culturalista, de la cual van a ser partidarios, sino más bien un culturalismo identitario que haga explícito la. necesidad de resolver los problemas de su país y, no sólo quedarse en la mera reflexión de los mismos sino más bien plantear alternativas de desarrollo y con ello acuñar una lexicografía que no quede en el limbo de lo ideológico y político, sino que esté de acuerdo a la realidad socio-económica del país que conjugue la palabra con la razón y con la acción, único modo de reforzar identidades en el mundo globalizado en el cual vivimos donde: “…Las cosas, las personas y las ideas se mueven en múltiples direcciones, se desarraigan, se tornan volátiles o simplemente se desterritorializan”. (Ianni, 2004, p. 185).
Pero antes de plantear ciertos vocablos culturalistas, es necesario preguntarnos ¿cuál es el concepto de cultura que estamos manejando?. Es indispensable comprender, como diría Foucault que: "...El nombre es un elemento lingüístico que puede ocupar diferentes lugares en los conjuntos gramaticales: su sentido está definido por sus reglas de utilización..." (Foucault, 1997, p. 148).
La línea culturalista estadounidense actual, puede decirse que toma muy en cuenta la opinión de: Edward Said, Akira Iriye y Gilbert Joseph para mencionar solo algunos. En tanto, para Edward Said: “...la cultura es una especie de escenario donde se comprometen íntimamente tanto motivos políticos como ideológicos".(Said, 1994, p. XIII)
Akira Iriye va a agregar un nuevo aspecto al entendimiento de cultura: "...es difícil separar tanto ideas políticas y económicas como las instituciones y [otra clase de] políticas de los fenómenos culturales".(Iriye, 1997, p. 25.)
Mas va a ser Gilbert Joseph, un historiador de las relaciones Estados Unidos – América Latina de la Universidad de Yale, quien va a darnos un concepto más completo de cultura, afirma:
podríamos definir la cultura como los símbolos y significados incorporados a las prácticas cotidianas de los grupos de elite y subalternos (o extranjeros y locales). Con la salvedad de que esa definición no pretende especificar con rigidez cuáles son los contenidos de esos símbolos y significado. Antes bien, nuestra definición subrayaría su naturaleza de proceso e insistiría en que tanto las nociones elitistas y extranjeras como las populares y locales se reconfiguran constantemente....la cultura –popular o de elite, local o extranjera – nunca representa nunca una esfera autónoma, auténtica y delimitada. Al contrario, las culturas populares y elitistas (locales y extranjeras) se producen en relación recíproca a través de una dialéctica de confrontación que tiene lugar en contextos de desigualdad de poder y entraña préstamos, expropiaciones y transformaciones mutuas. (Joseph, 2005, p. 98).
Como conclusión, de las aseveraciones de nuestros culturalistas, podemos afirmar que la cultura es un conjunto de ideas y prácticas compartidas por muchos individuos, pero sostenida por un grupo de ellos que son los encargados de convertirla en ideología para su divulgación, conformando así un fenómeno público. (Castro, 2005, p. 5). De este modo, quienes sostendrían tanto ideas como prácticas ya sea políticas, sociales o económicas serían este grupo de académicos a quienes les interesa acuñar nuevos términos acorde a la realidad de su país, pero mas allá de ello les interesa divulgar dichos términos hacia los sectores populares para que estos tomen conciencia de sus posibilidades de desarrollo.
En otras palabras, la lexicografía actual está abarcando realidades políticas, militares y también sociales pero de manera tangencial. La pregunta que nos formulamos es ¿qué términos utilizar para identificar una realidad local y nacional al mismo tiempo, en los países en vías de desarrollo?.
El Perú es un país de múltiples regiones y de diversidades, donde sus actividades económicas y productivas y sus relaciones sociales de producción están vinculadas directamente con su ubicación geográfica, ya sea en la costa, sierra o selva.
Es imperativo esbozar vocablos para las actividades económicas y productivas de acuerdo a la cultura de cada país, de su realidad local y nacional, palabras que compatibilicen el aspecto económico, social, educativo, medio ambiental, etc,. No se debe olvidar que la lengua es el medio de construcción de enunciados posibles con fines descriptivos de la realidad. (Foucault, 1997, p. 142).
El lenguaje identifica la cosa con la realidad, es decir conjuga la teoría con la praxis, he ahí la importancia de fomentar una lexicografía que compatibilicen el aspecto económico, social y educativo, he ahí la importancia de acuñarlos para la praxis. Es imperativo esbozar vocablos para las actividades económicas y productivas de acuerdo a la cultura de cada país, en Perú, bien se puede acuñar el vocablo “cultura de pesca”, entendiendo dicha frase como aquella política que promovería en la población una pesca responsable, que obedezca un ordenamiento para así no abusar de la cantidad de recursos extraídos, es más se trataría de difundir esta actividad que por mucho tiempo ha sido considerada como extractiva, como una actividad productiva y sostenible.
Esta cultura intentaría promover y difundir la acuicultura como alternativa pesquera para que de esta manera no se extingan los bancos naturales de fauna marítima debido a la pesca indiscriminada que se practica so riesgo de extinción de las mencionadas especies. Como consecuencia, de la promoción de una “cultura de pesca”, se obtendría que la población costera tome conciencia y se involucre de manera activa, con el fin de realizar actividades complementarias, es decir combinar la acuicultura, la exploración de recursos marinos y de nuevas técnicas de explotación de los mismos, para usar los recursos locales más eficientemente, de tal modo que se logre aumentar la producción y los ingresos; sin dejar por ello, de aprovechar las bondades de la zona y lograr convertirla en un centro turístico en aras del beneficio de la población local y la mejora de su estándar de vida. Es decir, mediante un enunciado se lograría la identificación de la población con su entorno local y con el nacional.
De manera análoga, podemos sugerir el planteamiento de una “cultura agraria”, en un país como el Perú, muchas de las tierras son destinadas a la agricultura, y es imperiosa la necesidad de complementar los conocimientos ancestrales con la tecnología actual para así optimizar la producción y promover nuestra biodiversidad. El fomento de esta cultura no solo nos ayudaría a comprender mejor el mundo agrario sino que convertiría al campesino y agricultor en sujeto activo de su desarrollo dentro del rol que tiene en la sociedad.
Sin embargo, es necesario esbozar vocablos no solo de índole económica sino que debemos pasar de la infraestructura a la superestructura y plantear términos como una “cultura ecológica” o una “cultura de la prevención”. Si nos referimos al primer término, debemos hacer la acotación que no es novedad, escuchar hablar de una cultura ecológica, como afirma un periodista español, Joaquín Fernández debido a que el ideario conservacionista no es reciente sino más bien data de siglos atrás, y sobre la degradación de la naturaleza asevera que existen abundantes testimonios y expresiones literarias que se remontan al siglo XVI. Sin embargo, el impacto ambiental y socioeconómico en una sociedad globalizada cobra mayor relevancia, el uso de determinadas artes de pesca, que se manifestaron hacia el siglo XVII, y que afectaban al medio ambiente, siguen manifestándose, solo se cambio la manera de dañar el medio, actualmente se realiza mediante el uso de dinamita; pero el asunto de fondo es el mismo: el daño que se causa a la biodiversidad y la dificultad de hacer comprender a la sociedad civil que dañando su medio se daña a sí misma. (Fernández, 1999).
El término “cultura ecológica”, alude al conjunto de políticas educativas destinadas a concienciar y sensibilizar a la población sobre el cuidado de su medio ambiente en los diversos espacios de su país. Es decir, establecer un vínculo entre Estado y sociedad civil que comprometa a ambos en el cuidado del medio ambiente, evitar la deforestación y del abuso de la biodiversidad.
En tanto, la frase “cultura de prevención”, alude al conjunto de actividades que tienen como finalidad constituir un núcleo base de trabajo que promueva la participación comunitaria en caso de desastres, debido a la ubicación geográfica a lo cual estamos expuestos por la naturaleza debido a los fenómenos sísmicos y en el caso peruano, a la ubicación geológica entre la placa de Nazca y la placa continental de América del Sur. A lo cual se le agregan, fenómenos locales de índole metereológica y el fenómeno El Niño (ENOS), en las costas.
Esta cultura implica conocer la vulnerabilidad de la zona y el riesgo al cual se encuentra expuesta. Y, constituye el trabajo transdisciplinario que existe entre diversas entidades como los científicos de centros como el IGP (Instituto Geofísico del Perú), Defensa Civil, las Organizaciones No Gubernamentales, Defensa Civil, los Municipios, en sí la sociedad civil comprometida.
La creación de una lexicografía adecuada a cada sociedad, nos convertirá en sujetos activos y no objetos de aquello que Benedict Anderson llama “una comunidad políticamente imaginada como inherentemente limitada y soberana” (Anderson, 1993, p. 23 ). Es decir, el lenguaje puede ayudarnos a asumir “la interrelación entre la fatalidad, la tecnología y el capitalismo” (Anderson, 1993, p. 71 ).
No se trata de promover lenguajes particulares y su asociación con unidades territoriales particulares, sino más bien fomentar la creación de una lexicografía que no solo sea capaz de aglutinar aspectos económicos, sociales, medio ambientales sino también incluso políticos, es decir de sembrar la base para una verdadera “cultura política”, entendiendo “polis” en el más amplio sentido de la palabra, lo cual implica un compromiso común intergeneracional y transgeneracional.
A modo de reflexión, nos preguntamos ¿el Imperio ha planteado términos como los propuestos o bien han sido anteriormente usados en América Latina?. La respuesta a nuestra interrogante es negativa, dichas frases las hemos acuñado considerándolas necesarias no solo para comprender nuestra realidad sino para intentar presentar soluciones a partir de la formulación de un vocabulario que tenga como finalidad la realización de políticas económicas, sociales y educativas que busquen un desarrollo homogéneo, con miras a la superación y a la solución de los problemas que afrontamos.
No podemos dejar de reconocer que el Perú y muchos países en América Latina son países en vías de desarrollo, a pesar de estar insertos en un mundo globalizado, aún son la periferia. El Imperio manda y nosotros debemos obedecer, lo cual es evidente en muchas políticas y en muchos gobernantes en América Latina que han olvidado la razón para dejar paso a la desazón en muchas de las prioridades de sus gobernados. El panorama poco alentador, no debe impedir que una parte de la sociedad civil siga trabajando acuñando términos para llevarlos a la praxis y pueda fortalecer ese sentido de identidad nacional que se está perdiendo por la incapacidad de relacionar lo local, con lo transnacional e la identidad, que pueden parecer contradicciones de la globalización más no son excluyentes.

BIBLIOGRAFIA

Anderson, Benedict (1993). Comunidades Imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo. México: Fondo de Cultura Económica.

Castro, Yeni. (2005). Ideología, Cultura y Política Exterior Estadounidense hacia América Latina. Un estudio en torno a los mitos y estereotipos durante el gobierno de Theodore Roosevelt (1901 -1909). Tesis de Maestría a publicarse el 2006, Universidad Andina Simón Bolívar, Quito, Ecuador.

Fernández, Joaquín. (1999). El ecologismo español. La aparición de una nueva conciencia. Madrid, Alianza Editorial.

Foucault, Michelle. (1997). La arqueología del saber. Barcelona: Ariel.

Ianni, Octavio. (2004). “Las ciencias sociales en la época de la globalización”. En: Pajuelo, Ramón y Sandoval, Pablo (Comp.). Globalización y diversidad cultural. Una mirada desde América Latina. (pp. 185 – 199). Lima: Instituto de Estudios Peruanos.

Iriye, Akira. (1997). Cultural Internationalism and World Order. Baltimore: John Hopkins University Press.

Joseph, Gilbert M. (2005). "Encuentros Cercanos. Hacia una nueva historia cultural de las relaciones entre Estados Unidos y América Latina”. En: Salvatore, Ricardo (Comp.). Culturas Imperiales. Experiencia y representación en América, Asia y Africa. (pp. 91 -120). Rosario: Beatriz Viterbo Ed.

Phillipson R. (1992). Linguistic Imperialism. Oxford: Oxford University Press.
Radcliffe, Sarah y Westwood, Sallie. (1999). Rehaciendo la Nación. Lugar, identidad y política en América Latina, Quito, Abya – Yala.




* Yeni Castro Peña. Estudió Historia en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Es Master en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Andina Simón Bolívar (Ecuador). Es miembro del Instituto Panamericano de Geografía e Historia, sede Perú. Actualmente se desempeña como docente e investigadora.

"LA FRONTERA EN LA HISTORIA DE LOS ESTADOS UNIDOS: UN BALANCE EN TORNO A SU SIGNIFICACIÓN"


YENI CASTRO PEÑA*

El tema de “frontera” es un asunto ligado a la historia del Oeste de los Estados Unidos de Norteamérica. Este vínculo no es casual y data de uno de los primeros estudiosos de la frontera norteamericana, nos estamos refiriendo a Frederick Jackson Turner, quien usaba los términos frontera y oeste de manera indistinta. Sin embargo, a medida que los estudios historiográficos han ido avanzando y pueden percibirse diferentes tendencias para el tema en cuestión, los académicos han intentado ser más específicos, tratando de deslindar el estudio de la frontera del estudio del oeste norteamericano.
Hacia 1893, Turner en su famosa propuesta “El Significado de la Frontera en la Historia Americana”, opinaba que la frontera norteamericana había sido crucial para el desarrollo de la nación estadounidense porque había cimentado los valores de individualismo, autopreservación, practicidad, libertad, optimismo y un espíritu democrático que negó las influencias externas, fomentando un nacionalismo norteamericano. Todas estas cualidades habían definido al norteamericano, a tal punto que las instituciones tuvieron que adaptarse a la expansión colonizadora.
Nuestro autor concebía la frontera no como algo estático sino más bien dinámico, era pues móvil, el punto de contacto entre “barbarie” y “civilización”, siendo lo más significativo de esta el encontrarse al límite de los territorios abiertos a la expansión y a la conquista, además era la línea de americanización más rápida y efectiva. Para Turner, el avance hacia la frontera y la conquista del oeste formaban parte de un proceso evolutivo de carácter social cuyo fin era la organización industrial de las ciudades y las fabricas.
En la propuesta de nuestro personaje, es evidente que fue el pioneer americano el que llevó a cabo este proceso luchando con el indio, luego recién se haría visible la presencia del Estado.
Turner afirmaba que a medida que se desarrollaba este avance al oeste se iba perdiendo contacto con el este. Nuestro autor, concluye afirmando que la frontera se había cerrado lo que significaba que se había cerrado un ciclo de vida para los norteamericanos; sin embargo se abría otro: el de Norteamérica industrial e imperialista.
Debemos entender que cada hombre es producto de su tiempo y Turner lo fue de las circunstancias que rodearon el año en que se pronunció (1890): la depresión económica, problemas laborales, nuevas oleadas migratorias, revuelta de campesinos, surgimiento de problemas urbanos, transporte y revolución en comunicaciones, el final de la expansión continental y el inicio del imperialismo ultramarino. Con todo ello, nuestro autor se manifestó positivo al considerar el siglo XIX de manera optimista.
Las críticas a nuestro personaje comenzaron a partir de 1920 en adelante, con énfasis especial en 1930, año del crack estadounidense. Los supuestos turnerianos fueron puestos en tela de juicio y se cuestionaron de manera crítica. Sin embargo, todavía en 1930, Walter Prescott Webb en un estudio titulado “The Great Frontier”, concebía la idea de “una gran frontera”, siguiendo la línea marcada por Turner, extendió su argumento hacia Europa.
Webb planteaba que todo el hemisferio occidental era una “gran frontera” que había transformado a Europa, es decir, las nuevas tierras descubiertas le habían dado nueva vida a esta. Para nuestro autor, al igual que para Turner, esas tierras estaban libres y el cierre de la frontera acarrearía graves consecuencias, en lo que no concordaba con Turner era en la fecha de cierre. Para nuestro autor, “la gran frontera” se cerró en 1930, con el fin de la tierra vacante que había en las tierras descubiertas.
Nuestro personaje afirmaba que existía una continuidad que otorgaba mayor valor a la importancia de la frontera. Para Webb, los norteamericanos no cesaron en su avance a pesar de su lucha por la independencia y de una guerra de secesión, era algo así como el destino de la nación. A pesar de su concordancia con Turner, nuestro autor le reprocha el no haber podido ver que la frontera norteamericana era sólo un apéndice de “la gran frontera”.
Webb definió el carácter esencial de la frontera como un amplio espacio de riqueza sin dueño a la cual podían acceder los colonizadores que en Europa se encontraban en un estado de sobrepoblación. De este modo, “la gran frontera” se convirtió en un espacio que pudo abastecer las necesidades materiales de Europa, además se produjo un enriquecimiento cultural con las nuevas especies encontradas, sin contar con los efectos sobre las ideas e instituciones que debieron ser de largo alcance.
Nuestro autor dejaba planteada así, la propuesta de que Europa era la metrópolis, un centro cultural, cuya sociedad era estática con clases bien definidas, un espacio donde la idea de progreso aún no había nacido. Cuando Europa descubrió las nuevas tierras, que constituían “la gran frontera”, estas le brindaron vitalidad y solvencia económica, como ya habíamos anticipado. Con el transcurso del tiempo, las potencias comenzaron a luchar por sus dominios y las nuevas tierras descubiertas se alejaban de su poder, todo esto desembocó en la independencia de las últimas, las cuales no se desligaron totalmente de las primeras pues las potencias siguieron obteniendo buenos beneficios materiales.
De manera análoga a Turner, Webb muestra al individuo como el sujeto activo en este proceso y afirma que fue el común denominador de los tiempos modernos. El hombre gozó de libertades, las cuales no tenía que ganarse sino que ya estaban ahí, entre las libertades que tuvo estaban: el autogobierno, el enriquecimiento y el tener un credo; esta gama de libertades se institucionalizaron en el protestantismo, capitalismo y la democracia, de las cuales no gozó el hombre que se quedó en el viejo continente debido a las instituciones ya establecidas.
Con todo ello, para nuestro autor la frontera ya se había cerrado y el buscar nuevas fronteras constituía un absurdo, así como la sociedad en la cual se vivía ya había dejado de ser moderna y por ende requería un nuevo nombre.
El panorama de la consideración de la historia de la frontera, se oscureció con el advenimiento de la guerra de Vietnam, el racismo, el sexismo y el abuso del medio ambiente, los historiadores se mostraron profundamente pesimistas. Fue en este contexto cuando nació la “New Western History”, la cual vio la colonización del oeste como una experiencia negativa, esta corriente ha tenido como exponentes a: Patricia Nelson Limerick, Richard White, Elliot West y Bryan Dippie.
Patricia Nelson Limerick, en su conocido libro “The Legacy of Conquest. The Unbroken Past of the American West”, nos hace ver que en la historia del oeste no podemos hablar de ruptura sino más bien de continuidad. Para Limerick, la propuesta del fin de la frontera marca una división entre pasado y presente; sin embargo la historia del oeste no se rompió, se conservaron problemas, tópicos en común y recuerdos, siguiéndose así otros patrones. Nuestra autora nos habla de una conquista en los Estados Unidos que afectó tanto al conquistador como al conquistado, fue esta experiencia histórica la que dejo una profunda huella en una zona en particular pero que repercutiría en toda la nación y su legado llegaría hasta nuestros días.
Limerick parangona dos procesos que han repercutido en la memoria nacional: la esclavitud y la conquista. De ambos, ella afirma que la realidad de la conquista se disolvió en la imaginación popular que estereotipó al conquistador como el buen pioneer que luchaba contra el salvajismo. Este estereotipo, para nuestra autora, no tiene lugar en la compleja realidad del siglo XX.
Nuestra historiadora no deja de reconocer que el oeste se ha visto realzado en la historia estadounidense aunque sea sólo para explicar el expansionismo estadounidense, lo cual según Limerick ha creado una crisis de identidad entre los estudiosos del oeste norteamericano. Anota nuestra autora que para muchos historiadores norteamericanos la tesis de Turner era la historia del oeste.
Luego de hacer una crítica sobre la interpretación presentista de Turner en torno a la historia del oeste, ella nos muestra que él se olvidó de mencionar el importante papel de los indios, de los españoles, de los asiáticos, de los franco – canadienses, de las mujeres y de otras minorías étnicas. Además fue por muchos años más sencillo apegarse a una explicación ordenada que ponerse a meditar en temas nuevos que se entrelazaban, así el oeste permaneció estático.
Para Limerick, la frontera no se cierra en tal o cual fecha, ella ve al oeste como un lugar al cual se le puede situar geográficamente e incluso comparar con procesos que se han realizado en otras partes de la nación y del planeta. Esta concepción del oeste como lugar, para nuestra autora, brinda beneficios como apreciarlo como zona de “encuentro” entre indios, latinoamericanos, angloamericanos, afroamericanos y asiáticos, uniendo a diferentes grupos que interaccionan en el reparto de la propiedad y que poseen una historia común. Pero, esta interacción no es sólo económica sino también cultural pues la conquista significó una lucha entre lenguas, cultura y credo; entonces buscar la legitimidad en el plano económico implicaba buscarla también en el aspecto cultural y religioso.
Nuestra historiadora nos hace ver cómo tras la importancia nacional que tiene el oeste, existe un significado regional propio. Además exhorta al debate entre todos aquellos que trabajan el oeste porque, según ella, sólo así se puede comprender mejor la historia del oeste.
Concluye Limerick que el proceso del desarrollo del oeste es continuo, desde el pasado hasta el presente, desde lo más precario hasta lo industrial.
En tanto, Richard White, otro exponente de la “New Western History”, en su estudio titulado “Frederick Jackson Turner and Buffalo Bill” , muestra la complementariedad que existe entre la propuesta de Turner y la escenificación de Buffalo Bill para definir el cierre de la frontera: el oeste se había conquistado y la urbanización era inevitable.
El autor nos hace ver que aunque aparentemente estas dos figuras sean una antítesis de la otra, ambas forman parte de la narrativa de la mitología fronteriza norteamericana. En tanto, Turner consideraba, como tópico central, la conquista de la naturaleza y le parecía que el dominio de los salvajes era irrelevante, Buffalo Bill daba prioridad a la conquista de los salvajes, para él, el dominio sobre la naturaleza era secundario. Ambos pudieron movilizar símbolos y convencer audiencias, uno a través del discurso, el otro por medio de la escenificación: fueron genios usando la iconografía de la frontera.
White considera que Turner no dijo nada nuevo a los norteamericanos que ellos no supiesen, lo interesante fue el hacer explícito cuál era el significado de esa frontera que ya era familiar a través de la pintura. Además, extendió el significado de progreso pero sólo para el hombre blanco, así el progreso no era solamente el aumento de bienestar económico sino también cultural, lo que incluía: igualdad, democracia y oportunidad.
Según nuestro autor, Turner vio al indio como objeto parte de la naturaleza que debía ser conquistado y más no como sujeto que actuaba en ella; pero, Buffalo Bill convirtió al indio en sujeto de la naturaleza donde su rol fundamental era atacar al hombre blanco así creó, al parecer de White, un oeste postmoderno en el cual la escenificación y la historia estaban desgraciadamente interrelacionadas. Tanto en Turner como en Buffalo Bill, el papel principal de la historia está representado por el hombre blanco, nuestros dos personajes son dos caras de la misma moneda y compartieron la convicción que la frontera se había cerrado porque el progreso había llegado y se convertía así en el enemigo mortal, dejando de ser lo que se deseaba. Pero, con el progreso llegaba la ciudad la cual envestía genero femenino convirtiéndose en el antónimo del oeste que guardaba connotaciones masculinas.
Nuestro historiador nos muestra cómo a través de la iconografía no sólo se ve la antítesis hombre blanco versus indio, sino que por medio de estos símbolos se pueden ver los estos encuentros que existieron entre el hombre blanco y el indio o como el hombre blanco se pudo adaptar a las costumbres indias y el indio a las blancas.
White afirma que las nuevas oleadas de inmigrantes que llegaron a Norteamérica no fueron vistas como las primeras, estas últimas tenían una identidad norteamericana, las primeras eran consideradas como foráneas, exóticas, peligrosas, no asimilables a la sociedad norteamericana.
Nuestro autor concluye afirmando que a pesar de todo, en la historia de la nación norteamericana, el largo dominio de una narrativa imaginaria sobre la frontera fue crucial, dada la variedad de personas que habitaban ese país y cuando asumían el derecho de recordar un pasado común parecía existir una unidad que trascendía las diferencias. Asimismo enfatiza que para él Turner y Buffalo Bill sólo fueron meros contadores de historias.
Otro historiador que vale la pena destacar en esta corriente es Elliot West, pese a que sus estudios sobre el medio ambiente lo conduzcan hacia una nueva tendencia.
West en su estudio titulado “A Longer, Grimmer, But More Interesting Story”, afirma que hay historiadores que opinan que la producción de la “New Western History” no es nuevo y que mucho de lo nuevo no es realmente historia, con lo cual discrepa pues asevera que un historiador para complementar su estudio debe realizar un trabajo multidisciplinario e interdisciplinario.
Según nuestro historiador, la historia del oeste ha cambiado más en los últimos 10 años que en los 90 anteriores y este cambio se debe a tres líneas de investigación: Primero, se ha tendido a reexaminar la amplitud de temas que explican el qué y el cómo del oeste y su pasado. Entre estos temas se encuentra el estudio del medio ambiente, la presencia del gobierno federal, el crecimiento de una economía capitalista, en sí todos estos nuevos temas van a enfatizar una continua dislocación cultural ya sea el desastre medio ambiental o la explotación económica social e individual.
En segunda instancia, tenemos la línea que pone atención en lo particular: cuándo y quién, estos trabajos están dirigidos a la historia social; en esta línea se puede abordar al oeste desde la historia de la mujer, la cual jugó un rol esencial en la supervivencia económica de la familia. Para nuestro autor, lo interesante de este enfoque es el desplazamiento que sufre el individualismo del intrépido pioneer para estudiarlo con toda su familia, la cual es la clave para los cambios sociales, económicos y políticos, incluyendo la construcción de comunidades y el desarrollo de uniones laborales.
West opina que en este tipo de historia se debe incluir a las mujeres indias, a los grupos étnicos según su genero, edad y nacionalidad, mostrando el rostro del pioneer no como el hombre blanco de ojos azules sino como la variedad que amalgamó el término “pioneer”. Pero, la historia no quedaría ahí sino que iría mucho más lejos, porque en el estudio de la frontera no se puede dejar de lado a los indios, tampoco a la continuidad existente entre el pasado y el presente, ni el cambio de un sistema económico en expansión que devoraba a la economía nativa, alterando también el medio ambiente. Lo interesante de esta línea de estudio es que rescata el intercambio entre conquistadores y conquistados.
La tercera línea que plantea nuestro historiador es aquella que considera las dimensiones emocionales y psicológicas de la historia del oeste, así como las respuestas humanas a los asentamientos peculiares tanto físicos como sociales en el oeste. En esta línea las percepciones humanas toman un significado extraordinario. El oeste es visto como un lugar donde conviven seres humanos diversos, entre ellos: los inmigrantes, los cuales tienen que afrontar lo inesperado y tratar de ajustarse al cambiante medio ambiente.
West concluye afirmando que para entender el oeste moderno se debe considerar la literatura de la región y la iconografía visual; pero es necesario comprenderlo con sus limitaciones, sus conflictos, su ambivalencia y su diversidad medio salvaje.
En un ensayo titulado “The Way to the West. Essays on the Central Plains”, nuestro autor se va a perfilar más bien como estudioso de la influencia del medio ambiente en la historia del oeste, lo cual lo conduce al parecer a una nueva tendencia.
West ha estudiado el medio ambiente y la historia indígena americana; sus ensayos al mismo tiempo, hacen alusión a la historia social, literaria y a la cultura popular del oeste; y pone especial énfasis en la interdisciplinariedad de los mismos.
Para nuestro historiador, el medio ambiente es importante, pero no existe un medio ambiente uniforme sino que existen microclimas. De tal modo que, el medio va a variar de acuerdo a la conformación del suelo; los habitats en las tierras altas ofrecen diferentes oportunidades de aquellos en las tierras bajas. Así, la geografía no sólo va a ofrecer oportunidades sino también dificultades que van a tener su correlato en las diversas formas de vida existentes tanto animales como vegetales.
West asevera que el mundo de las llanuras centrales es un mundo complejo y cambiante y que ya existían problemas para la población indígena que habitaba la zona; sin embargo, estas dificultades se van a agravar con la llegada de los europeos, quienes van a empujar a los indios a otros espacios y van a acomodar la tierra de acuerdo a sus propias necesidades.
Este avance de los euroamericanos va a despertar rivalidades con los nativos y entre los nativos. Nuestro historiador rescata que, a pesar de lo funesto que significó la llegada del pioneer, este trajo nuevas oportunidades a los indios, así como diversos elementos ya fuesen: bienes manufacturados, bienes de metal, pistolas, vestidos, municiones, comestibles, café, whisky, entre otros. Del mismo modo, nos hace notar que trajeron caballos lo que extendió enormemente el rango geográfico, el paso del comercio, la capacidad para la caza e hizo posible el salario de guerra. Todo esto transformó definitivamente las llanuras.
Nuestro investigador afirma que este cambio de forma de vida repercutió en el medio ambiente, formándose así un ciclo vital de rotación entre inmigrantes y la población nativa. De la misma manera, West nos previene de la tendencia equivocada que separa y categoriza los elementos de la historia del oeste, aislando gente de naturaleza, blancos de indios, el oeste de la prehistoria del moderno y del estudio de la frontera.
En el ensayo propuesto titulado “Land”, West trata de la interacción entre la gente, sus ambiciones y los asentamientos medioambientales en los cuales ellos buscaban satisfacer sus “necesidades”. El tema va a oscilar en una gama entrelazada de ecología, acciones humanas y lectura mental de la gente sobre el mundo que la rodea.
Nuestro historiador considera a la tierra más que un participante. Para él cuando la gente actúa, el medio también lo hace en una gama infinita de dinámicas al igual que los seres humanos, estableciendo relaciones de asociación.
Nuestro autor va a centrar su estudio en la interacción entre la gente, las plantas y animales y el proceso natural que va a trabajar en todo. El espacio cronológico en el cual se moverá será entre los 1820 y los 1860, tiempo que marca dos oleadas migratorias.
La primera oleada migratoria va a desplazar a los nativos americanos hacia las llanuras centrales entre 1820 y 1850, siendo el más importante de este grupo el de los cheyenne, los cuales van a convertirse en intermediarios de un sistema de comercio en rápido crecimiento que abarcaba desde Nuevo México hasta Canadá. West nos mostrará el conflicto creciente entre los nativos; por una parte estaban los cheyenne y los arapaho y por otra los kiowas, los apaches, los comanches y los pawnees. Asimismo, nuestro historiador percibe el crecimiento de la población pero también el aumento de las enfermedades.
Para West, es interesante darse cuenta que simultáneamente a la invasión nativo americana se desarrolló la euroamericana; esta oleada no ocupó el área del mismo modo que los indios, se agrupaban temporalmente en partes del país, usando los recursos de la tierra durante varios meses. Ambos desplazamientos se produjeron de modo paralelo y se interrelacionaron, por ende tuvieron amplias consecuencias para el oeste y para los nativos que lo habitaban, es decir produjo una fragmentación, y la amenaza a la identidad colectiva de los cheyenne.
Estas migraciones trajeron consigo la alteración de todo un ciclo vital, en el cual los indios ocuparían la zona en la etapa más fría y los blancos en la cálida, era una clase de sistema de turnarse el uso de la tierra a lo largo de las orillas de los ríos; pero al asentarse sobre el mismo espacio abusarían de los recursos ecológicos, produciendo así el deterioro de la tierra, la escasez de pasto y la sequía. Fue entonces cuando los indios debieron afrontar el reto de trabajar con posibilidades muy limitadas.
Finalmente, tenemos como exponente de la “New Western History” a Brian W. Dippie quien en su estudio titulado “American Wests. Historiographical Perspectives”, hace una crítica a Turner afirmando que cuando llegaron los primeros colonizadores no había frontera, es decir no existía “ninguna vasta tierra libre” al oeste. Pero también, nos muestra diferentes perspectivas historiográficas existentes para el estudio del oeste.
Nuestro historiador asevera que la tesis de Turner era buena antes de 1940, pero ya para la fecha no era adecuada como explicación para una compleja civilización industrial que había atravesado una depresión y crecía en poder cada vez más en el ámbito mundial.
Dippie afirma que la historia norteamericana estaba bajo la sombra de Turner pero la historia del oeste como tal no había surgido. Nuestro historiador plantea la pregunta de a qué se debe entender por oeste y qué periodización tomar. Frente a estas interrogantes, va a esbozar propuestas no turnerianas como la de Earl Pomeroy quien entendió a la frontera como un fenómeno cultural, más allá de ser una dirección o un lugar, era pues un ideal cultural. El oeste, para Pomeroy, era un tipo de dependencia colonial, un área dominada por valores, capital, tecnología y políticas del este; en fin, el oeste era más bien imitador que innovador. Para Pomeroy, eran evidentes los diferentes tipos de economía en la zona: rancheros, mineros, mercaderes e inversionistas.
Dippie considera que el aporte de Pomeroy radica en establecer esa continuidad este – oeste y en abrir nuevos tópicos de estudio como: la justicia en la frontera, la región, la literatura, la educación, la arquitectura, todo este conjunto de temas que ayudarían a dilucidar la existencia del conservatismo cultural del oeste. Nuestro historiador afirma que debe tenerse en cuenta como tópico de investigación, el estudio de la armada en el oeste - la cual debería ser considerada como una manifestación visible del gobierno federal - y su rol para promover el desarrollo del mismo.
Dippie critica a Pomeroy por haberle robado al oeste su distinción y haberlo convertido en un apéndice del este, además considera que le dio poca importancia a los grupos extranjeros locales, dejando de lado el aporte hispánico en la historia del oeste.
Otro aporte que considera importante nuestro historiador para la historia del oeste es el de Goetzmann quien centró su estudio en la historia de las largas exploraciones del oeste, que se iniciaron con la empresa individual hasta llegar a la colectiva y nacionalista, en la cual el gobierno federal jugó un rol decisivo. Como todos los historiadores del oeste, Goetzmann no abandonó el asunto de las guerras con los indios pero si es importante ver como crece en importancia el estudio de la armada estadounidense.
Frente al estudio realizado por Pomeroy, Dippie plantea la propuesta de Gerard D. Nash, quien hizo el primer intento de síntesis sobre la historia del oeste del siglo XX, negando la cronología de Turner que ponía fin a la extensión de la frontera en 1890 y aceptando el colonialismo como una característica de la vida del oeste bien avanzado el siglo XX. Nash sostuvo que la Segunda Guerra Mundial liberó al oeste de su dependencia política, económica y cultural del este.
Nuestro historiador va a rescatar asimismo el aporte de Patricia Nelson Limerick quien ve la existencia de una continuidad ininterrumpida en la historia del oeste. Ella va a analizar la relación este – oeste desde una perspectiva del oeste más que nacional.
Dippie nos hace notar la importancia de Michael Malone y Richard Roeder quienes afirmaron que los historiadores de la frontera del Estado habían dado mayor importancia a lo romántico que a lo histórico.
Nuestro investigador, toma en consideración el aporte de Roger Nichols quien planteó valerse de la historia social para analizar la historia del oeste. Para Nichols la historia del oeste debe ser interdisciplinaria y se debe analizar la movilidad económica, social y geográfica así como el proceso de la construcción de una comunidad, estudiando temas como raza, clase, genero, etnicidad, actividad corporativa y trabajo, incluyendo asimismo temas de la familia, educación, medio ambiente, tecnología, legalidad, entre otros.
Dippie asevera que es evidente la proliferación de diferentes temas que se pueden abordar si se lee la “Western Historical Quartely”, publicación de la “Western Historical Association”.
Nuestro historiador va a trazar nuevas directrices para el estudio del oeste, entre las cuales se encuentran: a) Las relaciones entre indios y blancos poniendo mayor énfasis en el siglo XX, pero viendo al indio como actor del intercambio cultural; b) El estudio de la mujer no solamente como dama y sujeto pasivo sino como sujeto activo que buscaba la independencia y tomaba las riendas de su vida; c) El análisis de cómo la gente concibe el pasado en patrones míticos que definen una cultura y su sistema de valores.
Del mismo modo que existe esta corriente muy mordaz contra Turner, hay otra corriente encargada de criticar a la “New Western History”, y tiene por expositores a: Martin Ridge, Gerald D. Nash, Gerald Thompson y John Faragher, entre otros.
Martin Ridge, en su estudio titulado “Frederick Jackson Turner and His Ghost: The Writing of Western History”, tiene por finalidad realzar la figura de Turner que ha sido tan duramente criticada. Nuestro autor ubica a Turner en el momento histórico que vivió y nos hace notar su aporte para el estudio de la significación de la frontera en la historia norteamericana. Asimismo enfatiza el hecho que aunque Turner no haya sido un miembro fundador de la “Agricultural History Society”, ha tenido una profunda influencia en los académicos que se encargan del estudio de historia agrícola.
Para nuestro historiador, los seguidores de Turner continuaron escribiendo en el contexto de la exclusividad norteamericana, así su oeste fue una frontera de avanzada, de oportunidad, de revitalización que se cerró a fines del siglo XIX.
Este grupo de académicos, según Ridge, no se consideraron por sí mismos como historiadores del oeste, se centraron primero en la interacción entre la experiencia de la frontera – la era de la colonización o de la expansión nacional – y el desarrollo nacional norteamericano y sus ideales; esto último, enfatiza nuestro historiador, es muy cierto para Frederick Merk, por lo cual la lectura de su trabajo sirve tanto para entender los primeros años del lejano noroeste y suroeste como para ver las dinámicas de las relaciones exteriores de los Estados Unidos.
Nuestro investigador, resalta la importancia de una tardía generación de historiadores quienes alcanzaron su madurez cuando el campo de la “Historia Americana” había comenzado a fragmentarse, perdiendo o abandonando su sentido de cohesión. Fueron estos historiadores quienes estudiaron no solamente el período de asentamiento en el medio oeste sino también volcaron su atención a los diferentes aspectos del oeste del trans – Mississippi, ejemplo de estos académicos son Robert Athearn, W. Turrentine Jackson, Howard R. Lamar, Rodman Paul y Robert Utley quienes evitaron la teoría pero aceptaron la idea que existía un oeste y una frontera.
Ridge asevera que existió asimismo otra tendencia conformada por Leonard Arrington, Gerard D. Nash y Earl Pomeroy quienes ignoraron la propuesta de Turner de 1893, debido a que su interés en la región sobrepasaba los 1890s y se extendía hasta el siglo XX. Estos últimos pusieron énfasis en el lugar por encima del proceso.
Nuestro historiador nos hace notar cómo el estudio de la historia de la frontera va de la mano con los procesos históricos que vivió y vive los Estados Unidos. Afirma que con la gran depresión muchos historiadores norteamericanos dudaron sobre el futuro de su nación, pero luego de la Segunda Guerra Mundial, la historia de la frontera resurgió debido a un renovado interés en aquello que daba vida al carácter norteamericano. Ridge considera como un interesante aporte al texto de Ray Allen Billington quien reconoció como válidas muchas de las propuestas turnerianas de 1893, a pesar de todo, defendió el estudio de la frontera como un fenómeno viendo su impacto en el carácter norteamericano y en la autoimagen.
Nuestro historiador afirma que muchos académicos antiturnerianos han procedido de diferentes escuelas (materialismo cultural, antiprogresistas, regionalistas, etc.) y por ende, han tenido intereses en diversas áreas (intelectuales, inmigración, legalidad, historia laboral, etc.), lo que hizo que sintiesen que el modelo de la frontera había contribuido poco al entendimiento de sus campos de estudio y más bien había distorsionado la historia nacional.
Para Ridge, el desplazamiento del estudio de la frontera como una zona de avanzada al estudio del oeste norteamericano como un lugar diferente, que también tenía sus problemas, trajo como consecuencia la definición de qué se entendía por oeste y qué era el oeste. La respuesta favoreció una historia regional y coincidió con las propuestas de un grupo de historiadores del oeste que retaban el paradigma turneriano y centraban sus intereses en temas como: raza, clase, genero y medio ambiente. A pesar que estos tópicos no eran nuevos, permitieron el análisis de temas previamente ignorados; sin embargo, estos historiadores no reabrieron viejos argumentos sobre el significado de la frontera como fuerza liberadora económica y políticamente.
Nuestro investigador nos hace notar que entre uno de los trabajos que ignora la propuesta de Turner se encuentra el de Richard White sobre los indios. Según Ridge, este trabajo esta basado en supuestos antropológicos que ven el rol de la cultura social dentro de un contexto intergrupal. Para nuestro historiador, White confirmó que la sociedad blanca percibió la presencia india tanto como una oportunidad económica como una barrera para su desarrollo.
Ridge asevera enfáticamente que los críticos de Turner tienen sus problemas negando la utilidad del modelo turneriano, denunciándolo por permanecer sin pronunciarse sobre temas de clase, genero y medio ambiente; sin embargo, se puede notar que están extrañamente obsesionados por silenciar a Turner, por negar su utilidad pero en el fondo trabajan involuntariamente trabajan con él.
Nuestro historiador concluye afirmando que los historiadores del nuevo oeste, aquellos críticos de Turner deben explicar qué es lo nuevo en su trabajo, más allá de exponer sus supuestos personales y sus juicios de valor, a menos que estudien el siglo XX, período que Turner no estudió. Para Ridge, estos críticos deben hacer explícito el mérito de dejar de lado a Turner, pero se muestra escéptico ante esto último, más bien cree que en el camino estos historiadores van a encontrar que es difícil eliminar el “fantasma” de Turner.
Otro de los críticos a la “New Western History” es Gerard D. Nash, en su trabajo “Comment on the New Western History”, critica duramente a los historiadores del nuevo oeste como personajes que tienen una estrecha perspectiva nacionalista y regionalista. Para nuestro investigador, ningún historiador puede escapar totalmente a la influencia de su tiempo, y he ahí la falta de honestidad de los nuevos historiadores del oeste cuando definen su orientación.
Entre las características de los historiadores de la “New Western History”, Nash encuentra la distorsión de la evidencia, pues estos estudiosos han centrado su estudio exclusivamente en las víctimas sin considerar que la experiencia del oeste fue y es diversa así como las víctimas también fueron diferentes.
Nuestro historiador afirma que el oeste no fue una zona altamente industrializada, por ende, el número de asalariados fue también pequeño y a quienes se les ha dado en llamar “oprimidos” no constituían la mayoría de la población. De este modo, hacer un libro de la historia del oeste con las características que le da la “New Western History”, es distorsionar la realidad.
Nash asevera, asimismo, que la historia del oeste no puede ser una continuidad no rota porque cualquier fenómeno histórico refleja cambios tanto como continuidad, ambos son dos factores que coexisten. En el caso del oeste, ha habido mutaciones significativas que han alterado su desarrollo histórico profundamente, entre estos cambios están: la tecnología, las dos guerras mundiales, el militarismo y la seguridad nacional, ciertamente todos estos factores han alterado mucho la historia del oeste.
Nuestro historiador señala que algunos historiadores del “Nuevo Oeste” reflejan un estrecho provincialismo pues ubican la experiencia del oeste norteamericano en un vacío y no en un contexto global. Para Nash, la historia del oeste necesita ser analizada no sólo por la experiencia de los norteamericanos sino también por los movimientos de expansión de la población alrededor del mundo; así, los historiadores del “Nuevo Oeste” necesitarían valorar el trabajo de aquellos historiadores que, de una manera cosmopolita, han investigado en torno a fronteras comparativas, porque el ignorar estos trabajos los ubica dentro de una esfera ideológica estrecha.
Nuestro investigador considera que, estos historiadores deberían preocuparse por realizar trabajo de archivo, el cual daría luces sobre la complejidad humana y los conduciría a dejar de lado esas generalizaciones y clichés que abundan en sus trabajos.
Nash concluye afirmando que la historiografía de la “New Western History”, es una reflexión acertada de las condiciones contemporáneas entre 1960 y 1990, y por ende sus supuestos reflejan el tiempo en que viven.
Entre los críticos más agudos y perspicaces de la “New Western History”, se encuentra Gerald Thompson quien en su estudio titulado “The New Western History: A Critical Analysis”, asevera que los historiadores de la “New Western History” tienen una forma pesimista de ver la historia del oeste y es así como han brindado una sobreconstruida interpretación sobre la expansión al oeste, viéndola como una conquista de alto costo para el indígena nativo o mexicano, costo del cual no escapó el medio ambiente.
Nuestro historiador afirma que el asunto no quedó ahí para los académicos de la “New Western History”, sino que ellos opinan que la historia del oeste es un todo continuado e ininterrumpido, es decir no ha habido ningún cierre de la frontera.
Thompson esboza el nacimiento de la “New Western History”, narra como hacia 1980, los historiadores del oeste comenzaron un debate formal sobre el significado de la región que estudiaban: el oeste, y sobre la naturaleza del proceso de asentamiento: la frontera. Afirma que, entre ellos, sobresalió un grupo muy crítico que atacó directamente las ideas de Turner y a sus seguidores; los escritos de estos historiadores, como ellos mismos afirmaban, tenían la impronta de la sensibilidad que marcó la guerra de Vietnam, el racismo, sexismo y el abuso del medio ambiente.
Nuestro historiador asevera que fue así como este grupo comenzó a llamarse la “New Western History” y tenía como finalidad reinterpretar la frontera y el pasado del oeste. Thompson nos hace ver que este grupo está marcado por el relativismo de sus posturas y por una metodología deconstruccionista en su abordaje del problema.
Nuestro investigador se pregunta sobre cuál era el aporte de estos estudiosos y comienza su crítica con Patricia Nelson Limerick a la cual llama, con sarcasmo, la reina de los historiadores del “Nuevo Oeste”. Ella en su libro “The Legacy of Conquest” (1987) había intentado deshacer el trabajo interpretativo de Turner, afirmaba que la historia del oeste debía ser apreciada como una falla más no como un logro, como lo veía Turner, debido a que pocas veces una nación ha perdido sus metas fijadas de manera tan grande como ha sucedido con Estados Unidos.
Según Thompson los problemas que tiene Limerick son: a) Ver la conquista de Norteamérica como una experiencia de sufrimiento en la cual el hombre blanco era el victimario y los demás las víctimas. Pero en el fondo, cuando se analiza el estudio de esta historiadora se puede ver que tiene mucho en común con Turner pues sus narraciones anecdóticas en su famoso libro son de hombres blancos y no de minorías victimadas; b) Dejar que su imaginación desborde la realidad, hacer de su trabajo una narración literaria de pueblos fantasmas que no existieron; pero no se le niega su acertado rescate sobre la vida en los campamentos mineros, estos eran abandonados y la gente se iba a otro lugar y en algunos casos causaban serios daños al medio ambiente; c) No comprender la naturaleza básica de la experiencia y no poder ponerse en contacto con el pasado, lo que le produjo un punto de vista relativista de la historia, matizando el pasado con muchos de los fenómenos recientes; d) Definirse como regionalista, pero en su libro ella usó la palabra “conquista” como Turner usó el vocablo frontera, es decir, más bien como un proceso que continua de manera ininterrumpida, así elevó el proceso sobre la región.
El segundo historiador importante de la “New Western History”, a quien va a criticar Thompson, es Richard White quien tiene un estudio titulado “ Westward Expansion”. Según considera nuestro crítico, White es un historiador talentoso pero enfatiza un proceso negativo más que la historia de una región. De manera análoga a Limerick, White tiene coincidencias con Turner, pues coloca al proceso por encima de la región y aún más este proceso no toma en cuenta los antecedentes regionales de los Estados Unidos. Así, White, se encontraría perdido al igual que los otros historiadores del “Nuevo Oeste” porque no puede ver la prosperidad económica y el éxito encontrado en la historia del lejano oeste.
Thompson considera como el último historiador importante de esta escuela a Donald Worster, cuyos trabajos ilustran lo mejor y lo peor de lo tratado en este genero. Nuestro historiador afirma que los argumentos de Worster son pensantes, reflexivos y apasionados en sus miras de afirmar al oeste como una región distinta.
Nuestro investigador asevera que Worster se autodefine como esencialista, es decir, piensa que los tópicos más importantes a ser estudiados son aquellos que son imprescindibles para la vida humana; es así como, él considera que lo más importante es el medio ambiente y se denomina un medio ambientalista, centrando su atención en el estudio del agua. Para este historiador, el gobierno federal había ejercido control sobre las personas en las zonas áridas a través del monopolio del agua. A Worster le parece que vivir en una zona árida no es natural pero Thompson nos hace notar que lo que no es natural para Worster, si lo es para otros.
Nuestro historiador nos hace notar que Worster, al igual que los otros del “Nuevo Oeste”, es pesimista, sólo ve conspiraciones entre diferentes corporaciones y el gobierno. Para Thompson, se deben tomar en cuenta diferentes aspectos para el estudio del agua en el oeste, como: la cooperación del este para establecer el imperio del agua y el efecto benéfico del movimiento del capitalismo hacia el oeste, pues muchos norteamericanos, incluyendo las supuestas minorías conquistadas, salieron beneficiados.
Nuestro investigador afirma que, a pesar de todo, el aporte de la “New Western History” debe ser considerado porque enriqueció el estudio de la mujer y del medio ambiente. Sin embargo, considera que estos historiadores han desarrollado una interpretación racista y sexista y han disminuido el énfasis que se le debe dar al rol jugado por las minorías como los indios, mexicanos o las mujeres y su importancia en el pasado de la región.
Thompson asevera que se debe resaltar el aporte de Banncroft y Charles Lummis quienes pensaban que el desplazamiento angloamericano al oeste tuvo una herencia regional que se combinó con el bagaje cultural europeo. Por lo tanto, la vida angloamericana en el lejano oeste necesitaba una historia diferente de la del este.
Según nuestro historiador, para Bancroft el regionalismo significaba inclusión de gente de California o Nuevo México, porque en el fondo existía una herencia que amalgamaba indios, españoles, mexicanos a lo cual se sumaba el legado del este. Thompson afirma que concuerda con Bancroft sobre la necesidad de estudios regionales para entender el “proceso” de la frontera y se siente de cierto modo identificado pero de manera muy marginal con los historiadores de la “New Western History”.
Nuestro crítico admite que le gusta el énfasis de los historiadores del “Nuevo Oeste” sobre la continuidad histórica, sin un quiebre en 1890 y afirma que Turner también trató de restarle importancia al significado de la frontera. Sin embargo, esta palabra en ese tiempo era mágica, evocaba imágenes de hombres fuertes batallando en su marcha al oeste, a esto se le suma el hecho que el movimiento hacia el oeste por 1800 se desarrolló en un ambiente intelectual de romanticismo, fue así como Turner sólo puso el mito en un paradigma académico y por ende, debe ser entendido en su tiempo.
Thompson afirma que la lógica de los historiadores del “Nuevo Oeste” es caer en la relatividad de la verdad, sobre todo cuando su trabajo es criticado por los errores fácticos que contienen.
Nuestro historiador concluye afirmando que si existe una historia del oeste, pero que hay dificultades definiendo el oeste como una entidad histórica que sirve para cohesionar; además en la interpretación histórica sobre la naturaleza de la experiencia del oeste deben de tenerse en cuenta todos los actores: logros y fallas deben ser considerados y las minorías deben ser correctamente ubicadas como sujetos activos en la historia de la región.
El último de los críticos de la “New Western History” que consideraremos será John Mack Faragher quien en su estudio titulado “The Frontier Trail: Rethinking Turner and Reimagining the American West”, afirma que en los últimos treinta años los historiadores se han reimaginado la historia del oeste. Para nuestro historiador, el campo de la historia del oeste merece atención porque inspira la aplicación de métodos de una nueva historia social y porque se puede establecer la relación entre región y nación y esto relacionarlo con la historia global de la colonización. Es más, en su estudio va a poner especial énfasis en el debate existente para la historia del oeste.
Faragher comienza su crítica con Gerard Nash quien afirma que las corrientes de interpretación histórica están en función de diferencias generacionales, cada grupo formaría así un consenso de opinión y estos grupos producirán interpretaciones de la historia diferentes.
Para nuestro historiador, no existen tales fronteras generacionales y por ende, el modelo de Nash falla porque, como asevera Faragher, los historiadores no se ciñen a una generación sino a los diferentes debates que se suscitan en cada época, y es esto lo que hace que la propuesta de Nash caiga en el relativismo. Nuestro investigador considera también que la critica de Nash es cerrada y está ligada al escándalo y al ataque.
Faragher afirma que Nash no se encuentra sólo en esto, también están otros historiadores como Worster que está de acuerdo con Nash. Nuestro historiador considera que ambos fallan en su propuesta porque los historiadores que conforman la “New Western History” no pertenecen a una sóla generación sino a diferentes y previas; por ende, la tesis de Nash estaría violando una de las reglas cardinales de la historia: la atención que se debe prestar a los antecedentes.
Nuestro investigador asevera que Patricia Nelson Limerick se considera innovadora, pero se pregunta de qué y se cuestiona sobre quienes somos para establecer la brecha entre lo nuevo y lo viejo. Para Faragher, esta retórica más bien se entabla como una manera de distinguir entre aquellos argumentos con los que simpatizamos y con los que no.
Nuestro historiador considera que las interpretaciones que se han dado a la tesis de la frontera y al oeste norteamericano se relacionan menos con las “generaciones” y más con la teoría social, valores morales y el ángulo y la amplitud de la visión histórica.
Frente al problema de la visión histórica, Faragher asevera que para hacer la historia del oeste se debe tender puentes de aproximación y no levantar barreras, sólo la aproximación de temas, el entablar relaciones entre quienes vivieron en la zona nos va a ayudar a entender el proceso; es decir, ver al oeste como un todo y estudiar las relaciones que se desarrollaron en la zona.
Para nuestro historiador, existe un tópico recurrente que provoca debate y es el problema de ver al oeste ó a la frontera como un lugar ó como un proceso. Faragher afirma que el mismo vocablo oeste es “contingente” y no se encuentra un consenso para definirlo.
Nuestro investigador concluye revalorando a Turner ya que el poder de su tesis de frontera deriva de su compromiso en estudiar que significa ser norteamericano. Y para Faragher, esto último es algo que debe ser conservado.
Entre los aportes para una historia del oeste, tenemos otra tendencia que es más bien moderada. Esta corriente tiene por máximo exponente al Dr. David Weber y ha dado en llamarse la “Spanish Borderlands”.
Weber en su artículo “Turner, Los Boltonianos y Las Tierras de Frontera”, critica a Turner, según nuestro historiador había exagerado su postura y no había sido riguroso definiendo sus conceptos pues el término frontera se hacia impreciso y algunas veces servia para definir un lugar, otras para definir un proceso y otras para referirse sólo a una condición, algo de lo cual el mismo Weber no escapa, como él mismo afirma.
Nuestro historiador asevera que en tanto los discípulos de Turner ignoraron las minorías raciales y étnicas que existían al oeste, incluyendo los hispánicos y la frontera hispánica, los estudiosos especializados en las fronteras hispanas de Norteamérica ignoraron ampliamente a Turner y sus tesis tuvieron poco impacto en la historiografía de la frontera e incluso en el propio México.
Weber rescata la figura de Herbert Eugene Bolton, fundador de la escuela de la frontera quien reconoció desde temprano el acierto de aplicar la tesis de Turner a la frontera de la América Española, más no lo hizo a través de sus escritos. Bolton, según Weber, estaba más interesado en el impacto de los españoles en la frontera que en la influencia de la frontera en los españoles y tuvo el mérito de haber concebido a la misión y al presidio como “instituciones características y diseñadas para la frontera” pero también como un soporte expansivo, permanente y “civilizador” para la frontera.
Para Bolton, según nuestro historiador, el estar más cerca del dominio español entorpecía la independencia e iniciativa; Bolton tampoco fue una figura aislada, dejó seguidores, algunos de los cuales reconocieron que la frontera tenía dos caras y observaron con perspicacia las interacciones entre la frontera europea y la indígena. En sí demostraron poco interés por la historia social.
Weber afirma que los historiadores de frontera que han tenido interés en la historia social han sugerido en sus recientes trabajos que los hombres de frontera hispanos tuvieron una gran oportunidad por la ascendente movilidad social y vivieron en una sociedad más igualitaria que sus compatriotas de las áreas más colonizadas de México. Sin embargo, destaca que pese a los argumentos que existen sobre la sociedad de frontera como más abierta, no hay ninguna demostración empírica que la respalde.
Nuestro historiador concluye afirmando que se debe entender por frontera tanto al entorno humano como al geográfico, puesto que frontera no es la línea divisoria entre “civilización y barbarie”, sino más bien es la interacción entre dos culturas diferentes que producen una dinámica única en tiempo y en espacio.
En un estudio posterior titulado “The Spanish Frontier in North America”, nuestro historiador sigue el concepto de frontera acuñado anteriormente, pero reclama que cuando se ha hablado de la frontera en Norteamérica no se han considerado las tempranas raíces hispánicas que existen al sur.
Weber afirma que la presencia hispánica data de 1513 y no finalizó hasta que México ganó su independencia en 1821, de este modo España gobernó partes del continente durante dos siglos, mucho más tiempo de la existencia de Estados Unidos como nación independiente. Nuestro historiador rescata el papel activo que tuvieron los españoles en la lucha contra los indios, en el avance por el territorio, en las formas de vida que trajeron y también en las enfermedades.
Nuevamente remontándose a Bolton, nuestro investigador, nos hace valorar su aporte que consistía en una visión balanceada sobre el pasado de la nación que, tanto para Bolton en su época como para Weber hoy, debe incluir el entendimiento de los orígenes hispánicos, franceses e ingleses.
Weber afirma que no debe haber una fragmentación en el estudio del borde occidental separado del oriental, más bien debe tratar de unírseles.
Nuestro historiador asevera que es de su interés explicar el impacto español en la vida, instituciones y medio ambiente de los nativos norteamericanos así como el impacto de Norteamérica en la vida e instituciones de aquellos españoles que exploraron y colonizaron lo que ahora forma parte de los Estados Unidos. Aclara que el uso que le da al término “español” es político y cultural más no una categoría racial.
Weber concluye, la introducción a su libro, afirmando que las fronteras para él representan tanto lugar como proceso, unidos intrínsecamente. Y que es de interés para él, mostrar tanto el conflicto como el intercambio cultural que se desarrollaron en la frontera y que condujeron a la aculturación, acomodación, asimilación, sincretismo y resistencia en la misma. De este modo, el poder de la frontera radicaría en transformar a la gente.
Finalmente, encontramos que han surgido nuevas tendencias para el estudio del oeste, entre los personajes que se encargan de ello se encuentran: William Cronon, George Miles, Jay Gitjin y Alfredo Jiménez.
William Cronon, George Miles y Jay Gitjin en su ensayo titulado “Becoming West: Toward a New Meaning for Western History”, comienzan preguntándose si el pasado del oeste tiene un futuro.
En primera instancia, establecen una diferencia entre el oeste de la imaginación popular y el oeste de los académicos, afirman que el primero es algo así como una especie de lugar eterno. Luego, van a dilucidar la principal tarea de su ensayo que es argumentar que el oeste ofrece vastas oportunidades para quien desee entender el amplio perfil de la historia norteamericana.
Para nuestros historiadores, no se puede entender al moderno Estados Unidos sin entender el pasado del oeste.
Cronon, Miles y Gitlin realzan la figura de Turner, aunque no concuerdan en todo con él. Afirman que el mayor logro de Turner definiendo la historia del oeste, fue centrar su campo no en una simple región sino en muchas regiones que experimentaron un cambio histórico paralelo; y sería este paralelismo de las historias regionales de Turner lo que hizo que su interpretación fuese tan rica y sugerente.
Nuestros historiadores valoran el estudio comparativo de cambios regionales paralelos o “procesos de frontera”. En cambio, critican a Turner en la secuencia lineal darwiniana que aplicó para explicar los procesos de frontera.
Para nuestros investigadores, en el proceso de colonización se desarrolló el conflicto y la búsqueda de la oportunidad. Por ello, los académicos deberían tratar de preocuparse menos por definir precisamente cuando termina una frontera y comienza una región y más de analizar cómo se mueve una frontera hacia la otra, formando nuevas comunidades, lo cual conlleva a ver la emergencia gradual de identidades locales y regionales con sus problemas inherentes de cambio y conflicto.
Cronon, Miles y Gitlin aseveran que la “frontera” que Turner descubrió como “aislada” fue parte de la gran expansión de la economía europea y de las Naciones Estado que se remontaban a antes del siglo XVI. Para nuestros historiadores, sólo se puede conocer mejor el oeste americano si se analiza como una parte de la amplia historia del colonialismo europeo, afirman que hay que seguir los vínculos del viejo mundo.
Según nuestros investigadores, muchas comunidades fomentaron una mezcla genuina o por lo menos una coexistencia de tradiciones europeas y nativas - y eventualmente africanas y asiáticas también -, en la cual no se vio una superioridad cultural clara.
Cronon, Miles y Gitlin concluyen afirmando que el descubrimiento entre europeos e indios fue mutuo y ambos moldearon la transición de la frontera a la región hasta llegar a la formación de una identidad regional.
Entre las nuevas tendencias tenemos finalmente el planteamiento de Alfredo Jiménez quien en su artículo “El Lejano Norte español: cómo escapar del American West y de las Spanish Borderlands” hace un planteamiento interesante, que es estudiar la zona del oeste hispano no desde el norte sino desde el sur, es decir desde México, porque la zona del oeste norteamericano que perteneció a los españoles fue parte de México.
Jiménez plantea que al parecer existen tres líneas historiográficas para el estudio de la historia de los Estados Unidos: la American History que viene a ser la historia oficial, la Western History que es la historia del oeste ya sea como lugar o como proceso y la Spanish Borderlands que es una historia de exploración, avance, ocupación de territorios marginales, colonización y fundación de pueblos, es decir es la esencia de la frontera norteamericana desde la formulación de Turner. Pero en el fondo no existen más que dos fronteras, dos historias diferentes y, sobretodo dos historiografías distintas
Nuestro historiador aprecia que cuando se aborda el estudio de Turner se halla el binomio frontera – oeste, como fenómeno que explica la formación del carácter norteamericano y la consolidación de la nacionalidad.
Jiménez considera significativas las diferencias entre las historiografías sobre los territorios hispanos producidas por historiadores anglos y las producidas por los hispanos.
Nuestro historiador concluye afirmando que la historia la hacen o inventan los historiadores, así cada generación o individuo escribe la historia que más le interesa; sin embargo, Jiménez asevera que la historia de los antiguos territorios españoles de los Estados Unidos debe mostrar un panorama más ajustado a la realidad histórica, intentando ver el pasado en su contexto global, sin miedos ni prejuicios.

ALGUNAS CONSIDERACIONES FINALES

El presente balance bibliográfico en torno a algunas lecturas hechas en torno al tema: “Fronteras, Borderlands, Periferias e Historiadores”, ha tenido por finalidad mostrar el debate entre lo que es considerado como temas viejos y nuevos para abordar el estudio de la historia de la frontera y también el estudio de la historia del oeste norteamericano.
Consideramos importante el estudio de la historia del oeste norteamericano para entender la nación estadounidense. A este proceso, de avance al oeste, algunos historiadores lo han tildado como “la conquista del oeste”, lo cual no es más que parte del “Destino Manifiesto”, de los Estados Unidos, agregando un mito más. Esta última afirmación nos lleva a un continuun porque para nosotros el famoso “Destino Manifiesto” significaría hoy, el mantenimiento de la hegemonía estadounidense a nivel mundial.
Nos interesa la reflexión en torno al término “frontera” como proceso y como lugar, en lo cual concordamos ampliamente con el Dr. Weber. Asimismo, creemos que en América Latina es necesario entender este término de manera más amplia, no sólo como una línea divisoria, sino como un espacio de interacción, a bien decir, como “fronteras vivas” que es el vocablo usado por muchos estudiosos latinoamericanos para definir el fenómeno de “frontera”.
Ahora más que nunca debemos preocuparnos por reflexionar en torno al vocablo “frontera”, pues nos encontramos en un mundo globalizado donde ya no podemos entender este término como línea divisoria. Se ha roto la “frontera fija” de los Estados – Nación modernos y nos encontramos frente a un Estado cosmopolita, en un nuevo orden mundial, lo cual nos lleva a replantear nuestras fronteras y a entenderlas tanto como lugar como proceso; si lo hubiésemos hecho años atrás no hubiésemos tenido tantos problemas limítrofes e inclusive guerras y tal vez seriamos una América del Sur integrada.

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* Yeni Castro Peña es Magíster en Estudios Latinoamericanos graduada en la Universidad Andina Simón Bolívar (Quito- Ecuador). Estudió historia en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Es Miembro Correspondiente e Investigadora del Instituto Panamericano de Geografía e Historia sede Perú.
Este trabajo fue escrito gracias a la motivación del Dr. David Weber, el año 2002.
E-mail: castro.y@pucp.edu.pe